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Confiar y Esperar

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Resulta curioso que el hombre, en su deseo de perpetuarse, vierta sus pensamientos más íntimos, aquellos que desea que trasciendan su propia vida, sobre la piel débil y enfermiza de una hoja de papel; ¿hay quizá algo más delicado sobre lo que escribir que un folio en blanco, al que el tiempo va a someter a humedades, fuegos, el ácido de las tintas, el lepisma, la termita y un sinfín de peligros, que hacen de cada instante de su existencia un segundo ganado al olvido?... Posiblemente lo haya: nuestra propia memoria y nosotros como depositarios que somos de ella. Decía Paul Valéry que los libros tienen los mismos enemigos que el hombre: el fuego, la humedad, los bichos, el tiempo y su propio contenido. Entiendo que dentro de todo esto se comprenden los recuerdos, y la memoria de aquellas cuentas desajustadas que han ido quedando colgadas a lo largo de nuestro tiempo. Son como balances en los que a veces no tenemos claro a quién debemos reclamar, y quedamos sin ni siquiera la posibilidad

El Diamante y la Venganza (y VI)

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“Le Journal des Débats” había contratado en 1843 a Dumas para la publicación en su diario de un nuevo folletón que tuviera el éxito suficiente para aumentar las ventas, fidelizar a sus lectores y ser publicado después en forma de libro. ¡Casi nada!, se podría decir, aunque no lo era tanto, pues aquél mismo año se estaba publicando ahí mismo con un increíble éxito “Los misterios de París” de Eugène Sue. Dumas, que se mostró algo celoso por aquél éxito, tuvo la ocurrencia de comenzar la escritura de un texto ambientado también en París, pero en esta ocasión centrándolo en cuestiones relacionadas con la historia y la arqueología de la ciudad. Pero al editor no le gustó la idea, esperaba algo más propio de la “factoría Dumas”: aventura, intriga, acción, grandes pasiones y seres profundamente marcados por el destino… Al bueno de Alejandro no le quedó otra que ponerse a buscar una trama que tuviera algo más que ver con lo que se le había encargado, que se alejara de las simples divagacio

El Diamante y la Venganza V

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La venganza,… …el deseo de consumarla, era lo único que había mantenido a Antoine Allut vivo, y con las fuerzas suficientes para soportar todas las penalidades por las que había pasado desde aquél día en que aquél Abad Baldini -¡abad!, se decía a sí mismo con una mezcla de burla y amargura-, le entregara un valioso diamante a cambio de delatar a sus tres amigos de París. Cuando él y su mujer se enteraron de que el mismo joyero que había tasado el diamante ante el Abad Baldini, lo vendió a un mercader turco por el doble de lo que les había pagado a ellos, montaron en cólera, lo asesinaron, robaron su dinero y huyeron lo más lejos que pudieron: a Grecia. Allá murió la mujer de Allut de unas enfermedades, y él fue apresado por un motivo desconocido y condenado a galeras. Fue en aquellos años de cautiverio donde acumuló en su espíritu el ánimo único de la venganza, centrado en aquél maldito abad de Nápoles que había llevado la desgracia a sus vidas. Por algún motivo, lo consideró el únic

El Diamante y la Venganza IV

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Prosper, el viejo limonadero… …entró a trabajar en el café del Señor Loupian, allá por el año 16, después de que una desconocida y acaudalada viuda se presentara ante el dueño de aquél establecimiento y le pidiera que empleara a ese buen hombre, y a cambio ella le pagaría una renta mensual de cien francos. Según dijo la dama, Prosper, que debía tener alrededor de cincuenta años, había servido con fidelidad y desinterés a su familia durante muchos años, y llegado el momento en que ella debía de marchar muy lejos, era su deseo dejarle empleado en un lugar de la fama y reputación de aquél. Loupian aceptó la oferta, y al día siguiente se presentó un hombre de aspecto descuidado y mal vestido. La señora del lugar, Madame Loupian, lo estuvo observando atentamente durante un buen rato, creyendo ver en sus rasgos algo que le resultaba familiar, pero terminó pensando que era más cosa de su fantasía que de la realidad. No le costó al viejo limonadero, que era en ese oficio en lo que le emplearon

El Diamante y la Venganza III

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El viaje del Abad Baldini… …a Nimes tenía un solo objetivo: dar con Antoine Allut para entrevistarse con él. Después de pasar unos cuantos días intentando localizarle, por fin logró acordar un encuentro en un mesón muy cercano a la Maison Carrée . A Antoine le sorprendió que alguien que no conocía, aunque podía jurar que a ese tal Baldini lo había visto en algún sitio, tuviera un interés tan vivo en encontrarse con él personalmente. Únicamente sabía que había llegado hasta allá con el objeto de hacerle entrega de un valioso legado. ¡Qué cosa más extraña! –debió pensar Allut. ¿A qué ese interés en conocerme y entregarme algo que dicen tiene mucho valor? Cuando por fin se encontraron, y después de la charla preliminar entraron en materia, el Abad le contó que estando preso en Nápoles por cuestiones políticas, conoció en su lecho de muerte a un hombre de unos 30 años, que había sido encerrado injustamente y que, a pesar de ello, perdonaba a los causantes de su desgracia. Era de ahí, de Ni

El Diamante y la venganza II

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Joseph Lucher, hombre de fortuna… … nació el mismo día en que murió Francois Picaud. Para que nos entendamos: aquel fue el nombre que se puso éste al poco de ser encerrado en los calabozos de la remota fortaleza de Fenestrelle, en lo que son actualmente los Alpes Italianos. Su condena duró siete largos años, hasta la caída del Napoleón en 1814, que hizo que quienes, como él, estaban encerrados por cuestiones políticas salieran libres con el nuevo gobierno. Lucher era un hombre avejentado por el sufrimiento y la desesperación. En el interior de su alma ardía el deseo de la venganza, de castigar a quienes le habían enviado a semejante infierno. Desgraciadamente, apenas sabía el motivo por el que había pasado todo aquél tiempo en presidio y, por supuesto mucho menos quién lo había provocado. Fuera de él, no había manera de reconocer a la persona que fue antes: parecía mucho mayor de lo que era, y el aspecto jovial e inocente que marcaba su seña de identidad había desaparecido totalmente d

El Diamante y la venganza I

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La siguiente historia, un paréntesis en lo que venía contando estas últimas semanas, es un hecho cierto, totalmente verdadero y, con seguridad, desconocido para muchos de vosotros, aunque a todos os va a resultar familiar. Lo que voy a relatar está escrito en una recopilación de los casos más interesantes existentes en los Archivos de la Policía de Paris y su autor, aquél que las recopiló, le puso el título, muy apropiado como se verá a lo largo de los siguientes días, de El diamante y la venganza . Francois Picaud, un joven zapatero de Nimes... ...iba a casarse por fín con su prometida, Therese. Estaba exultante, feliz, y así le vieron todos los conocidos a los que visitaba para invitarles a los festejos previos a la ceremonia. En aquél París de 1807, la colonia de emigrantes de Nimes y el Departamento de Gard, acostumbraban a reunirse en el café de Mathieu Loupian, muy cerca de la Plaza de Sainte Opportune. Allá se llegó Francois para encontrarse y comunicar la buena nueva al dueño