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Mostrando entradas de abril, 2007

Intermedio II

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No te pares frente a mi tumba ni llores. No estoy allí, yo no duermo. Soy los mil vientos que soplan. Soy los brillos de diamante en la nieve. Soy la luz del sol en el grano maduro. Soy la lluvia apacible del otoño. Cuando despiertes en la quietud de las mañanas, Soy el vuelo de pájaros silenciosos que se elevan en círculos, Soy las suaves estrellas que brillan en la noche. No te pares frente a mi tumba ni llores, No estoy allí, yo no he muerto. (Poema de autor desconocido) Casualmente escuché ayer este poema que hoy, por desgracia, viene como anillo al dedo. Hasta dentro de unos días. Salud y Fraternidad

El último mohicano

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“Y aún así, antes de caer la noche, he vivido para ver al último guerrero de la raza sabia de los mohicanos.” (James Fenimore Cooper, El último mohicano) Recuerdo haber quedado inmerso en una profunda sensación de tristeza, en ese frágil desconsuelo que produce uno de los mayores temores a los que nos podemos enfrentar los seres humanos: la soledad. Chingachgook se quedó solo, como el último de una estirpe condenada a desaparecer con él, y en medio de la amargura lanzaba contra el horizonte ese dolor casi egoísta de quién se queda hasta el final, viendo marchar ante sí a todos sus seres queridos: a lo que ha sido su mundo. Estoy solo… Y nosotros le acompañamos en silencio, como lectores invisibles del vuelo de sus palabras por el último y más recóndito de los rincones de aquél libro. Después, lo cerramos por última vez, con esa especial delicadeza reservada a nuestras lecturas más queridas, y posamos la palma de muestra mano suavemente sobre su portada, mientras rememoramos lo más prof
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Caminos

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Los hombres marchan por distintos caminos; quien los siga y compare verá surgir extrañas figuras; figuras que parecen pertenecer a aquella escritura difícil y caprichosa que se encuentra en todas partes: sobre las alas, sobre la cáscara de los huevos, en las nubes, en la nieve, en los cristales, en la configuración de las rocas, sobre el agua congelada dentro y fuera de las montañas, de las plantas, de los animales, de los hombres, en los resplandores del cielo, sobre los discos de vidrio y de resina, cuando se frotan y palpan; en las limaduras que se adhieren al imán y en extrañas conjeturas del azar . . ("Los discípulos en Sais", Novalis)

18 años después

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Hay ocasiones en las que alguien, sin ser consciente de ello, dice una palabra –o la escribe, claro está-, dirige una mirada e incluso abre un silencio, que tiene un efecto tal sobre el ánimo de otra persona, que es capaz de encender una pequeña luz, abrir una sonrisa y cambiar el rumbo de sus pensamientos, virando la derrota hacia las costa de oriente, directo hacía el mismo lugar donde nace un nuevo día. Esta es cosa muy común, lo sé, como lo es su contraria, pero no existe, que yo sepa, una palabra que lo defina con total precisión. Y sin embargo, hay en ellas un algo que las hace poderosas, tanto que pueden cambiar el ritmo de nuestras emociones. Hace una semana, mi afán por coleccionar fotografías de todo grafito que me resulte interesante, se vio premiado con un hallazgo a las afueras del pueblo llamado Sarrance, cerca de la frontera de Somport, junto a la carretera que lleva de éste a Escot. La inscripción, tallada sobre la roca en una de esas maravillosas letras de imprenta, d

Aguaxima

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" Aguaxima , una planta que crece en Brasil y en las islas de América Central. Esto es todo cuanto se nos dice de ella. Y a mí me gustaría saber para quién se hacen descripciones como ésta. No puede ser para los nativos de la región, quienes obviamente conocen más características de la aguaxima que las que incluye esta descripción y que no tienen mayor necesidad de ser informados de lo que crece en su propia tierra: sería como decirle a un francés que el peral es un árbol que crece en Francia, Alemania, etc... Tampoco está hecha para nosotros; porque ¿qué puede importarnos que crezca en Brasil un árbol llamado aguaxima , del que desconocemos todo salvo el nombre? ¿A quién puede resultarle útil saberlo? Deja en la ignorancia a quienes ya lo estaban antes; no enseña nada a nadie. Si menciono esta planta, y varias otras igualmente mal descritas, es en atención a aquellos lectores que prefieren no encontrar nada en un artículo de Diccionario, o incluso encontrar una estupidez, a echa