El último mohicano


“Y aún así, antes de caer la noche, he vivido para ver al último guerrero de la raza sabia de los mohicanos.”
(James Fenimore Cooper, El último mohicano)
Recuerdo haber quedado inmerso en una profunda sensación de tristeza, en ese frágil desconsuelo que produce uno de los mayores temores a los que nos podemos enfrentar los seres humanos: la soledad. Chingachgook se quedó solo, como el último de una estirpe condenada a desaparecer con él, y en medio de la amargura lanzaba contra el horizonte ese dolor casi egoísta de quién se queda hasta el final, viendo marchar ante sí a todos sus seres queridos: a lo que ha sido su mundo.
Estoy solo…
Y nosotros le acompañamos en silencio, como lectores invisibles del vuelo de sus palabras por el último y más recóndito de los rincones de aquél libro. Después, lo cerramos por última vez, con esa especial delicadeza reservada a nuestras lecturas más queridas, y posamos la palma de muestra mano suavemente sobre su portada, mientras rememoramos lo más profundo que hemos sentido en su compañía. Es un pequeño tributo lleno de ternura hacia todos los libros que, por aquellos años de primeras lecturas, nos estaban enseñando a soñar de manera diferente.
Después, va pasando el tiempo, maduran las lecturas y nuestra débil memoria limpia su trastero de todo aquello que ha ido quedando relegado a los rincones del olvido. Así somos de volubles con nuestras promesas y los votos que hicimos en nuestras anteriores vidas.
Sin embargo, es voluntad de la fortuna que en ocasiones aquellos recuerdos se resistan a marcharse, y vuelven a nosotros de manera tan inesperada como poco convencional: toman la apariencia de una extranjera, el disfraz de algo que de principio en nada nos puede evocar otra cosa que lo que nos dice, y se apodera de nuestra voluntad de tal manera que nos conduce, sin nosotros casi saberlo, al lugar del que habíamos marchado hace ya mucho tiempo.
¿Qué cómo ocurrió?: pues de la misma manera en que se engarzan una sucesión de hechos aparentemente diferentes e inconexos, hasta dar con algo que por obra y gracia de la casualidad, iba a tener en cierta modo que ver conmigo, y algunos de los asuntos que ya se han tratado en esta bitácora.
Pero empecemos por el principio.

El fuerte William Henry se levantaba en la orilla sur del lago George, cerca del Ontario, en medio de un espeso bosque. La fortificación era poco más que una estructura amurallada a base de troncos reforzados con grava y tierra. Tenía la forma de un cuadrilátero irregular de unos 90 metros de lado, protegido por el lago al Norte, una maloliente ciénaga al Este y unas anchas trincheras con empalizadas puntiagudas al sur y al oeste.

Cuando llegamos a él de la mano de Fenimore Cooper, hace ya varios días que la guarnición del Coronel Munro sufre el asedio de franceses y algonquinos. Son los primeros días de agosto de 1757, y dentro de la fortificación resisten como pueden ingleses, colonos y sus aliados de las Seis Naciones Iroquesas.

Estos últimos eran sus compañeros de armas del mismo modo que los algonquinos lo eran de los enemigos de los ingleses; o mejor, lo eran porque los algonquinos se habían aliado con los franceses.

Y es que es un poco difícil imaginar cómo los veían. Me refiero a lo que pensaban los algonquinos y las Seis Naciones Iroquesas de los británicos y franceses. Seguramente les costaba entender la manera en que se manejaban en los asuntos de la guerra, procediendo como lo hacían de forma tan complicada y poco clara, de manera que lo mismo se dejaban llevar por la crueldad con sus enemigos, que daban muestras de una indecisión o fragilidad a la que aquellos extranjeros llamaban honor y cortesía. ¿Quién podía entender que una vez vencidos, les dejaran marchar como si nada, con sus armas y sus pertenencias?; entonces, ¿para qué habían luchado?.

Desde que Glooskap envió a los infiernos a su hermano Malsum al principio de la creación, los algonquinos había vagado de aquí para allá buscando la caza y haciendo botín de sus presas ¿no es para eso para lo que sirve un guerrero?. No, los extranjeros prefieren salir al combate vestidos de llamativos colores, todos apiñados y haciendo ruido, y en cuanto pueden se esconden al abrigo de las empalizadas que construyen en lugares donde hasta entonces no había nada. No hay quien lo entienda, parece que lo único que les preocupa es quedarse atados a un lugar como si esperaran a que sus dioses, a los que adoran en una gran cabaña cantando a su hombre santo, fueran a llevarles hasta allá el alimento.

Los algonquinos, por ejemplo, conocían muy bien algunos de los miedos de sus aliados franceses, y sabían de la reverencia y respeto con el que hablaban de un tal ruá, que era como el jefe de su gran familia y al que ellos nunca había visto, pues según parece vivía en la lejana tierra de la que procedían. Seguramente era algún espíritu, pues nunca moría, aunque también podía ser un cobarde, ya que jamás le vieron combatir junto a sus guerreros.

De cualquier manera, tanto a los algonquinos como a la coalición de las Seis Naciones les vinieron muy bien los pleitos que se llevaban entre ellos los franceses e ingleses. Gracias a una absurda e incompresible lucha por la posesión de las tierras que bordean los grandes lagos, ellos pudieron dar rienda suelta a sus odios ancestrales, y continuar de la mano de sus aliados europeos las guerras que habían empezado cien años antes por el dominio del comercio de pieles.
Lo que sí parece más claro dentro de toda esta historia que estoy relatando, es lo que sentían la mayor parte de los europeos hacia los nativos: o miedo o nada. Para ellos eran poco más que salvajes incivilizados que vagaban por unas tierras vírgenes que podían ser colonizadas. Eran ignorantes, pero también muy crueles y resistentes en la batalla, no tenían ningún temor y conocían el terreno mejor que nadie.
No es de extrañar pues, que cuando Munro pidió ayuda al general Daniel Webb del cercano Fort Edward, éste se limitara a recomendarle poco más que se encomendara a la buena voluntad de sus enemigos al negociar la rendición. Y así se hizo, y por esas cosas de la caballerosidad, los franceses permitieron a sus enemigos abandonar el lugar con todos sus bienes e incluso sus armas, bajo la promesa de que nada les iba a ocurrir.
Y es aquí, en este momento, donde tiene lugar un episodio que Fenimore Cooper convirtió en el central de su novela y que, por las cosas del destino, iba también a ser el punto de partida de una serie de sucesos cuyo resultado es el curioso hecho que ha motivado mi regreso a este punto de la historia.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Estoy en vilo Charles.
Anónimo ha dicho que…
Siempre me han enganchado estas historias histórico literarias que abrazan la epopeya biográfica con poesia...
Un abrazo Charles.
Isabel Barceló Chico ha dicho que…
Me ha gustado ese punto de vista que apuntas de los indios respecto a sus aliados europeos. De esta novela, hasta el título emociona. Besos, querido amigo.
Ángela ha dicho que…
Siempre me he preguntado qué pensarían las tribus de los chulitos europeos o americanos. Y bueno, ya veo que nos veían como seres extraños, sin fundamento.
No me extraña.

Un beso, Charles.
Qué bien relatas.
Pedro J. Sabalete Gil ha dicho que…
Debí leerlo hace un siglo, amigo. Ya casi de nada me acuerdo. Sí sé que me gustó mucho y me agrada que me traigas los recuerdos casi desvanecidos de su lectura. Me encanta la forma delicada en la que abordas el final de una raza - de los hecho más luctuosos que uno puede imaginar-.

Puesto que estamos de celebración quisiera, abusando de tu confianza, que nos dijeras aquellas entradas de las que te sientes más satisfecho. Así nos las podemos leer los que llevamos nada más que meses por aquí. Al menos, servidor, se las leerá.

Saludos.
Anónimo ha dicho que…
Imposible no seguir tu narración sobre uno de mis primeros recuerdos de lectura voraz y apasionada, la saga de Natty Bumppo, ese personaje que más adelante lo encontraría en Rousseau.
Un placer, como siempre Charles.
alida ha dicho que…
Hace mucho tiempo vi la película del “El último mohicano”, pero nunca leí el libro, ahora con tus letras veo aspecto que antes no percibí
Saludos!!!
Charles de Batz ha dicho que…
¿En vilo, Vere? !pues ya somos dos!: a dia de hoy me falta por cerrar el circulo que traza la historia que he comenzado a relatar. Puede que al final las últimas palabras del narrador vayan en un sentido o en otro: depende de algo que ha de ocurrir este fin de semana-puente. Lo que está claro es que a la altura de que lo que os llevo contado, es bastante dificil imaginar el rumbo que toma todo esto...

Extraña y agradable combinación, Itoiz, esta de la historia y la poesía a la que algunos llaman epopeya. Disfruta de tu viaje a las maravillosas tierra de Africa.

Es posible, amiga Isabel, que sea la idea de soledad, la del dolor de quien sobrevive a los suyos lo que haga del título algo tan atractivo; eso y, seguramente, otras muchas cosas más.

Eran maneras muy distintas de ver las cosas, eso está claro Angelusa, pero también estoy seguro de que cosas muy parecidas están pasando hoy en día en otros rincones del mundo. De algo debe nutrirse nuestra civilización para sobrevivir...

Goathemala, efectivamente es una de los hechos más tristes y lamentables... En cuanto a lo de la selección de las entradas de las que me siento más satisfecho...: te diré que pasado un poco de tiempo soy incapaz de leer lo que he escrito sin sentir algo -bastante- de pudor, y por ello acostumbro a no hacerlo. Así que si te parece, voy a delegar tal cometido en la Sra. de Batz, inspiradora de todo lo bueno que hay en estos cuadernos. Mañana mismo, tendrás en esta página de comentarios una pequeña selección.

!Eso es, amigo Herri!, lo mismo llegué a pensar yo: seguro que el buen salvaje de Rousseau estaba presente en la mente de Cooper, sino de manera consciente si por las modas culturales que llegaban de Europa. Por cierto, que hace poco leí una biografía de Rousseau (a) el oso -"Las confesiones", que todos conocemos tienen mucho de autobombo-,y no sale muy bien parado en lo que eran sus relaciones con sus compañeros enciclopedistas. Un tipo peculiar 100%, eso sí.

Alida, hasta cierto punto hay muchas diferencias entre el libro y la película. Me refiero al destino que les depara a algunos de los personajes principales... Te animo a que lo pongas en la lista de espera de tus lecturas futuras, merece la pena.

Salud
Pedro J. Sabalete Gil ha dicho que…
Os lo agradezco a ambos. Porque todo lo que he leído anterior me gusta mucho.

Igualmente cuando leo algo mío me dan un bochorno similar a cuando era colegial y me sacaban al estrado. Pensé que era algo transitorio, ahora compruebo que, incluso desde la perspectiva de dos años, te sucede lo mismo a ti.

También creo que existe una influencia roussoniana, del Emilio -el buen salvaje-, en esta obra.

Saludos.
Anónimo ha dicho que…
Hola Goathemala:

A petición del Sr. de Batz te he hecho una selección de escritos correspondientes al cuaderno viejo y al año 2006. Tendrás que tener un poco de paciencia para poder leerlos, ya que el anterior blog da algún que otro problema a la hora de cargar (por eso Charles decidió trasladarse). Si te gustan, puedo enviarte también la selección del 2005, aunque con lo que tienes por delante vas a estar un tiempo entretenido.

Gracias por tu amable interés y un saludo.

5 de septiembre de 2006: ¿Y a quién le apetece hablar?.
http://batz.bitacoras.com/archivos/2006/09/05/y-a-quien-le-apetece-hablar

27 de junio de 2006: Una conversación.
http://batz.bitacoras.com/archivos/2006/06/27/una-conversacion

1 de junio de 2006: Pequeñas cobardías, grandes aventuras.
http://batz.bitacoras.com/archivos/2006/06/01/pequenas-cobardias-grandes-aventuras

25 de mayo de 2006: Ismail Daghyem.
http://batz.bitacoras.com/archivos/2006/05/25/ismail-daghyem

21 de mayo de 2006: Romance del bandido.
http://batz.bitacoras.com/archivos/2006/05/21/romance-del-bandido

17 de mayo de 2006: Febus o el hombre de la gorra.
http://batz.bitacoras.com/archivos/2006/05/17/febus-o-el-hombre-de-la-gorra

15 de mayo de 2006: El dibujante de barcos.
http://batz.bitacoras.com/archivos/2006/05/15/el-dibujante-de-barcos

3 de mayo de 2006: Le vi leer silenciosamente.
http://batz.bitacoras.com/archivos/2006/05/03/le-vi-leer-silenciosamente

24 abril 2006: A una peregrina pelirroja.
http://batz.bitacoras.com/archivos/2006/04/24/a-una-peregrina-pelirroja

21 de abril de 2006: La Herradura y la Cruz.
http://batz.bitacoras.com/archivos/2006/04/21/la-herradura-y-la-cruz

30 de marzo de 2006: Max o el juego de las nubes.
http://batz.bitacoras.com/archivos/2006/03/30/max-o-el-juego-de-las-nubes

22 de marzo de 2006: La extraordinaria historia de Antoine de Bonfils.
http://batz.bitacoras.com/archivos/2006/03/22/la-extraordinaria-historia-de-antoine-de-bonfils

16 de febrero de 2006: claudette o el corazón de las cebollas.
http://batz.bitacoras.com/archivos/2006/02/16/claudette-o-el-corazon-de-las-cebollas

3 de febrero de 2006: Algo acerca del hombre de la gorra.
http://batz.bitacoras.com/archivos/2006/02/03/algo-acerca-del-hombre-de-la-gorra

12 de enero de 2006: Agua, azucarillos y aguardiente
http://batz.bitacoras.com/archivos/2006/01/12/agua-azucarillos-y-aguardiente5
Pedro J. Sabalete Gil ha dicho que…
Gracias. Tomo nota. Cuando los termine pediré los del 2005.

Muchos saludos a ambos.
Charles de Batz ha dicho que…
Gracias a tí Goathemala, espero que vayas armado de la paciencia suficiente para poder con todo el listado que te han puesto por delante!...

Lo del cuaderno 1º en Bitacoras.com es además asunto aparte, alguna vez que se me ha ocurrido volver a entrar en un blog de ese servidor pierdo casi la paciencia con la lentitud y los cuelgues que sufre. Hice bien en marcharme de allá, no hay duda...

Salud
Anónimo ha dicho que…
A pesar de que los blancos consideraban a los indios como salvajes, no lo eran tanto, por ejemplo la Liga de los Iroqueses agrupaba a seis tribus llegando a ser un modelo de organización que acabó con las luchas tribales siendo elegidos sus representantes para formar un consejo que era el que legislaba y administraba justicia.
Los indios además respetaban a los enemigos que luchaban con valentía e incluso los honraban cuando caían en combate.
Quizás la mayor tristeza que surge de este libro que citas es ver como desaparecen unas gentes que antes de la llegada de los que se suponen civilizados, eran pueblos orgullosos y valientes y después del contacto con los “civilizados” son casi borrados del mapa no sólo por las guerras si no también por las muchas enfermedades que les contagiaron.
Un abrazo
Anónimo ha dicho que…
pues este cayó el segundo, el primero Miguel strogoff, y el tercero la isla del tesoro,
y fíjate que no recuerdo lo que leí el mes pasado..el alzeimer, si, ahora si...pero
que no es lo mismo.
usted ya me entiende,
recuérdele a la señora del Batz que me chive donde seguirle por los caminos santiaguiños
Charles de Batz ha dicho que…
Leodegundia, es nuestro desconocimiento de lo que fue aquello lo que puede llevar a pensar que se trataba de salvajes incivilizados. Como tu bien indicas, en aquella época estaban organizados en alianzas o coaliciones que requieren lógicamente de unas normas de funcionamiento pactadas entre sus miembros.

No hay que olvidar además que el enfrentamiento entre algonquinos y las 6 naciones tenía su origen un siglo antes, en la lucha por el monopolio del comercio de las pieles. De esto último digo algo en la anotación.

Gracias por tu interesante comentario Leo, que más parece un complemento a mi anotación por los datos que aportas.

Gracias también a usted Anarkasis, y por supuesto que le entiendo !como no!.

Los dioses nos han dado una memoria hipermetrópica, pues tiene dificultades para ver lo que está cerca, aunque veamos las cosas con más claridad según se alejan. Seguramente deberemos dejar pasar unos año para poder recordar lo que leímos el mes pasado.

¿Los caminos santiagueños?: me extraña, y mucho, que no lo hayas encontrado ya que, ahora que hablamos de iroqueses y demás, te tengo como buen rastreador de pistas, y la de ese lugar es fácil de encontrar si se sabe cómo.

Salud

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