Charlois le bruit dans la tete
Visitábamos aquél día la bella ciudad de Narbona, la que recibe el tramo final del Canal du Midi, la misma que exhibe orgullosa el Palacio Arzobispal y hace gala de unos horarios de visita tales que nos animamos a aprovechar todo ese tiempo para merodear por los alrededores, y curiosear tanto por callejuelas como por avenidas. También nos dio tiempo a visitar uno de esos Internet Cafés, de los que hay cada vez más, revisar los correos y hacer una visita fugaz –como no- a los amigos blogeros.
Acabábamos de salir de ahí, cuando bajando por la Via Domitia dimos con una vieja tienda en la que se veía, a través del escaparate, que en ella se vendían libros de segunda mano, a precios que era casi imposible resistirse a salir con alguno bajo el brazo. Así me pasó con una biografía de Mirabeau, otra de Saint Just, una de Danton, la vida del famoso inquisidor Jacques Fournier y un último libro del que voy a hablar a continuación.
“Ils voyageaient la France. Vie et traditions des compagnons du tour de France au XIX siecle”, cuenta la vida y sucesos de unos cuantos “Compagnons du tour de France” a partir de lo que dejaron escrito en sus diarios. En cierta manera, lo que relata son las vivencias de los herederos de aquellos otros “Compagnons” que recorrían la Europa medieval construyendo iglesias, catedrales, edificios civiles, o aquello que les dieran la oportunidad de hacer para ganarse la vida y dejar en ello su impronta. Ahora se limitaban a recorrer únicamente su país, de ahí la denominación que nos recuerda tanto a la actual competición deportiva.
Así, cuenta Abel Boyer en su diario que a finales del siglo XIX, cuando su padre consideró que había aprendido el oficio de herrero, le regaló su primer delantal de cuero y recibió un bautismo ritual por parte de todos los artesanos de la comarca en la cantina del pueblo:
“el delantal nos sirvió como mantel mientras bebimos, y una vez que vaciaron sus vasos, todos los asistentes les dieron la vuelta, dejando que su borde húmedo trazara circunferencias vinosas sobre la parte del delantal que cubría mi corazón, como si todos ellos, mis padrinos, estuvieran firmando con la mayor de las devociones. Aquél día hablamos mucho de hacer el Tour de France”.
Abel, como muchos otros, emprendería después de esa iniciación el recorrido a lo largo del país, trabajando primero como aprendiz, hasta poco a poco ir liberándose y haciendo valer su trabajo como el de un maestro en su oficio. Mientras tanto recorrerá gran parte de la geografía francesa e irá encontrándose con muchos que ejercen su mismo oficio y que le irán recomendando ingresar en cualquiera de las familias –devoirs, sería más exacto- de compagnons para recibir ayuda, protección, asistencia y los conocimientos que aquellos guardan como el más preciado de sus tesoros. Además, el compagnon –que es como se llama al que pertenece a cualquiera de esas familias-, acaba por ser conocido entre sus iguales por el nombre que éstos le han dado, y que hace referencia tanto a su origen como a un aspecto sobresaliente de su carácter:
Nantois Lennemi du repos
(Nantés el enemigo del reposo)
Bourginio L’incredule
(El incrédulo Borgoñón)
La Clé des Coeurs L’Albigeois
(El albigense llave de corazones)
El trato entre ellos, y la misma manera de relacionarse seguía un cuidado protocolo que empezaba con el “topage” o saludo inicial, con el que se identificaban entre ellos al encontrarse en el camino. Según cuenta el libro, y traduciéndolo de la mejor manera posible, cuando dos de ellos se encontraban marchando el uno hacia el otro y se reconocían como posibles compagnons, se detenía dejando unos veinte pasos entre ellos:
- ¡Tope! –decía uno.
- ¡Tope!
- ¿Cuál es tu vocación?
- Pintor, ¿y la tuya, paisano?
- Yo tallo la piedra.
- ¿Compagnon?
- ¿Si, paisano, y tú?
- Compagnon también.
Entonces se preguntaban “¿de que deber?” (de quel devoir) y, si eran del mismo, se acercaban el uno al otro y se intercambiaban al oído algunas palabras secretas, tras lo cual se daba por confirmado el reconocimiento, y compartían alimentos, consejos, referencias e incluso se acercaban al pueblo más próximo para celebrarlo.
En caso de no ser del mismo deber, la cosa podía acabar sin muchos problemas a garrotazos y es que pertenecer a Les Enfants de Salomón, llamados Compagnons du devoir de liberté, o pertener a Les enfants de maitre Jacques, llamados a su vez les Compagnons du Devoir a secas, eran cosas muy diferentes para cada uno de ellos, y de poco fiar para el otro.
El caso es que en estos encuentros, cuando eran cordiales, se contaban de todo, y hablaban de los lugares por los que habían pasado y la gente a la que habían conocido; pero claro, los podía haber también que se dedicaran a inventar sobre sus correrías, y para ello tenían también estos sus propias soluciones, a las que llamaban “remarques du tour”: eran detalles secretos que podían encontrarse en los principales monumentos del país, y cuya descripción permitía demostrar que se había pasado por allá. En Montpellier por ejemplo, en el interior del “Chateau D’eau” había un bajo relieve representando una anguila que escapaba de unas redes.
Eran muchos los casos en los que este testimonio se hacía a la inversa, esto es: quién estaba en algún lugar en el que deseaba dejar testimonio de su paso, imprimía en él su nombre o su marca:
“Es una vieja manía la de dejar alguna marca de uno mismo; muchas veces la han ridiculizado diciendo que el nombre de los asnos se encuentra en todas partes. Asno o mulo, yo he gravado mi nombre al abrigo del campanario de mi pueblo, cuando me encargaron engrasar las campanas; algunos compagnons me han contado que han visto mi marca en lo alto de la torre Magna, desde donde se ve un pequeño jardín con una fuente, en Nimes, y en St. Baume,…”
Para ellos descubrir estas marcas era en ocasiones, algo más que poder dar el testimonio de haber estado en un lugar: era la oportunidad de dar con los nombres de otros compagnons, algunos amigos, e incluso familiares que ya no estaban presentes. Según cuenta uno de ellos en su diario, era motivo de profundas y reverentes reflexiones:
“Nuestros padres pasaron por aquí, y muchas de esas veces en que estoy disfrutando de la soledad, he pensando delante de estas piedras, cómo han visto nacer y desaparecer tantas generaciones, asistir a tantas convulsiones sociales, mientras siguen ahí, de pie, desafiando a los siglos”.
Comentarios
yo los llamo "los hombres de negro",
Si se computasen las miles de marcas se podría seguir muchísimos rastros en el tiempo, incluso se podrian trazar rutas por donde transitaban las ideas en tiempos remotos...
El mismísimo Herodoto dice haber visto las marcas pero alguna la interpreta mal, en las pirámides se traga la inscripción de otro turista como el nombre del Faraón,... desde luego hay cada guía...
un saludote.
:-)*
Voy a hacer proposito de enmienda...
Besos,
Ofelia
Un libro encantador, en las "librerías de viejo" aún se encuentran joyas como esa.
De nuevo gracias por trasladarme con tu prosa por la querida Francia.
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Salud.
La distancia entre ellas nos habla con nitidez del ser humano, de lo que fue, de lo que es, de lo que no tuvo y de lo que perdió.
Como Vere, y creo que como todos nosotros que te leemos, pienso que sería todo un honor compartir un devoir contigo. Acercarnos, compartir sabiduría y celebrarlo después. Quizás, ya formemos parte de uno y seamos compagnons ¿no os parece?
Un buen relato, Charles. Gracias.
Un abrazo compañeros.
Gracias por ello.
Angelusa:me alegra que hayas disfrutado tanto de lo que cuento, hasta el punto de verlo. Nada, como el cine ;-)
Vere, Vailima y Ladydark: ¿compartir devoir?; el honor es mutuo y compartido con todos los que nos vemos por aquí, pero ¿cómo que sería?, ¿es que no somos desde hace ya unos cuantos meses Les enfants de Sainte Serendipie, vulgo Compagnons du Devoir du Bon-Vivre?; !por Breogán que debéis cuidar vuestra memoria, compañeros!.
Por cierto, Vere, que lo de la portada, como puedes imaginar no es cosa mía sino del editor. Yo me conformo con justificarlo diciendo que me gusta ponerla encabezando un texto si voy a hablar del libro. ¿En qué estaría pensando el editor para cometer tamaño error?:
- No tenía idea, y la puso porque le pareció un "topage".
- Lo sabía pero le daba igual.
- Como si fuera Quijote se dijo: "si me lo pongo en la cabeza es un yelmo, y no hay más que decir por mucho que le moleste a Magritte"; y dado de qué se hablaba en el libro, nos invitó a verlo única y exclusivamente como un "topage".
Ofelia: no te preocupes, mejor te alegras, que el día que encuentres una marca de cantero grabado en tu piel es cuando deberás preocuparte ;-)
Isabel: gracias por tus palabras. La verdad es que la vida por aquellos caminos tenía que ser bastante dura, y ello explica en gran medida que tendieran a agruparse en esas hermandades que les procuraban asistencia y protección en su deambular por aquellas rutas.
aminuscula:tu lo has dicho joyas, verdaderas joyas son las que se encuentran en lugares como aquellos. Es ahí donde uno descubre hasta que punto es capaz de contenerse, porque si no fuera así hubiera salido con un remolque lleno de aquellos extraños, interesantes y desconocidos libros; de esos que, como se suele decir, "no creía que se hubiera escrito algo sobre esto"...
Goathemala:el paralelismo yo lo veo en aquellos "compagnons" o grupos de canteros, escultores, pintores, etc... que rondaban por los caminos de Europa ofreciendo sus servicios allá donde encontrará una obra, dejando en paredes, torres y cualquier otro rincon de aquellos edificios un rastro de su paso en forma de "marca".
Vailima: hablando de marcas, creo que fue hace ya unos cuantos meses en tu maravilloso blog, donde se habló de si tienen el mismo valor aquellas marcas y las que ahora dejan algunos en edificios u obras de arte... difícil decisión ¿es quizá sólo su antiguedad, el que sean testimonio de algo pasado lo que hace de ellas obras de valor?; posiblemente, pero el arte es otra cosa y no necesitan del valor añadido de quienes hoy quieren pasar a la posteridad... Vamos, es mi opinión.
Herri: gracias por tu aportación por ese aporte de actualidad a través del término "taquear". Por cierto, ¿se os ha ocurrido pensar si hay alguna relación entre el "tope" con el que se saludaban los compagnons cuando coincidían, y el término castellano "toparse" referido siempre a un encuentro con una persona conocida?.
Ladydark: gracas por tus palabras. Yo también pienso que el viajar se debe hacer con la mayor calma posible, y en cierta medida son libros como estos los que nos enseñan cómo hacerlo. Después descubrimos además, que no sólo ha sido el libro en sí, sino la manera en que lo hemos encontrado, lo que hemos sentido al verlo y descubrir el interés que despierta en nosotros aquello que adivinamos entre sus páginas... en fin, que viajar, como debería ser vivir, es algo de lo que debemos disfrutar en todos sus matices, sin deshechar ninguno, para luego poder volver a crearlos dentro de nosotros en forma de bellos recuerdos.
Leodegundia:"la de cosas que todavía nos quedan por conocer"; esa es una de las frases que más veces me repito a mí mismo y que más feliz me hace, pues es eso, en cierta medida, lo que nos da animos para seguir adelante. Gracias por tus palabras ellas son también parte del éxito que supuso que aquél día entrara en aquella librería...
Gracias a todos
Salud
Eso sí, es un curro..
Salud
Lo dicho, un placer.
Cuanto tiempo Charles, ando un poco perdida pero me voy pasando por aqui, siguiendo las marcas y el rastro de tus historias ;)
Un abrazo