El niño barbado y los apóstoles epicenos

Era como a poco más de medio viaje camino de Carcasona. Habíamos planeado desviarnos a aquél lugar y pasar a hacer una visita rápida, antes de continuar para llegar a nuestro destino a eso de la media tarde, con la anochecida que tanto se apresura en hacerse presente a estas alturas del año.
Hasta entonces, mi relación con aquél lugar, Saint Bertrand de Comminges, no había pasado de ser algo platónico, un tanto idealizada y llena de esos recuerdos avant la conaissance –perdón por la pedantería-, que minuciosamente ornamentan de alma a todo aquello que sentimos el deseo de conocer personalmente.
Algunos años atrás, mientras rebuscaba en una feria del libro antiguo y de ocasión de no sé donde, di con una especie de libro de viajes por el sur de Francia, lleno de preciosas ilustraciones representando aquellas localidades a las que se hacía mención. En ocasiones, se trataba de reproducciones de antiguos grabados y láminas, y mirando una de ellas, que es la que nos ocupa, me entretuve un buen rato, sumergido en dios sabe qué ensoñaciones imaginarias.
Después de este primer encuentro me interesé por saber algo más de aquél lugar, y me enteré de que está cerca de Tolouse, tirando a los Pirineos; supe también que es un pueblo que exhibe con orgullo su Catedral de Santa María -tal y como ya se veía en el grabado-; y que pasado se remonta más allá del periodo romano, del que por cierto existe cumplida memoria. Más de la que uno puede imaginar…
Por aquél entonces debía llamarse “Lugdunum Convenarum”, que según dicen viene del nombre de los habitantes de aquél lugar –los Convenae-, y del topónimo que designa a aquella como “La colina de Lug”. Todo esto queda muy bonito, y si se deja, la imaginación de uno se desboca por las praderas de la ensoñación.
Pero había llegado el momento de conocerlo en realidad, de despojar aquél lugar de todo lo que creíamos saber sobre él, y dejar que nuestra mirada, y la curiosidad que la guiaba, fueran jueces únicos de su belleza.
Para ello, nada mejor que comenzar buscando el sitio aproximado desde donde la imaginación de su autor había grabado, ya hace algún siglo, aquél recuerdo idealizado de Saint Bertrand de Comminges. A uno en esta situación le parece que se encuentra en un sueño, como si estuviera ante alguien a quién se ve tras una larguísima ausencia, y de quien todo lo que queda del pasado en nuestra memoria es sublimado con el paso del tiempo.
Aquél frescor de la mañana, el silencio sólo interrumpido por el ladrido de algún perro, y ese lento humear que se desprende suave desde algunas de las chimeneas que se apiñan alrededor de la catedral, fueron algunas de las percepciones iniciales que tuve del lugar. La primera, claro está, es su impresionante estampa, erguida sobre una colina en medio de un valle, y con la majestuosa presencia en su centro de la Catedral de Santa María.
Hice la foto de rigor, y nos quedamos un rato en silencio, mirándola con esa profunda placidez que da el saberse con todo el tiempo del mundo en un lugar totalmente ajeno y lleno de cosas por descubrir. Daban ganas de cerrar los ojos, concentrarse suavemnente y disfrutar con todos los sentidos de ese momento.
- Aquí empieza todo, por fin he vuelto a la vida.

Muy cerca de donde tomamos esta imagen, en medio de un campo y rodeada por un cementerio, está Saint-Just de Valcabrère. Con razón se dice de éste precioso templo de origen románico que es en sí un museo del pasado romano de aquella localidad: es fácil encontrar en sus paredes restos de lápidas, inscripciones e incluso imaginería pagana. Todo un ejemplo de cómo el hombre es capaz de construir una nueva realidad a partir de las ruinas de su propio pasado.

Uno se puede imaginar cómo, a lo largo de generaciones, fueron empleándose los restos de la ciudad que descansaba al pié de la colina para construir con ellos unos nuevos edificios más acordes con la nueva realidad del momento. Templos, termas y estructuras civiles de todo tipo, dieron lugar a iglesias, torres y murallas.

¿Y ahí arriba, en el pueblo, qué es lo que había? Cuando subimos a St. Bertrand era ya la hora de comer, así que posponiendo la visita de la Catedral para después, nos dimos un pequeño paseo por el pueblo y sus murallas, y nos acercamos a una crepería que había en la plaza del pueblo para tomarnos algo.

El lugar bien merece una descripción: la "Crêperie du Parvis", está frente al templo que nos disponíamos a visitar, y era uno de los pocos establecimientos que estaba abierto aquél mediodía del 23 de diciembre. Tenía su interior un aspecto rústico, muy agradable, con su suelo y mobiliario de madera, su chimenea encendida y esa penumbra que en momentos se veía rasgada por algún rayo de luz que penetraba por la ventana. Las paredes estaban totalmente cubiertas de carteles, fotografías, portadas de viejos discos, recortes de periódicos e incluso postales, algunas por la parte de la fotografía y otras por la del texto:

“Al Señor Crepero
St. Bertrand de Commingues
Francia”

Rezaba como única dirección en una que teníamos junto a nosotros, y que procedía de Polonia llegando, aquella era la evidencia, sin problemas a su destino.

Una crepe a elegir y un vaso de vino de Madiran por dos euros cincuenta; no está mal. Sin pensárnoslo dimos razón de ello, aprovechando además para recuperarnos del frío intenso que hacía aquél día. En la barra, nuestro crepero discutía en una lengua que si no me confundo es una variedad del Gascón, y debido a lo cual, uno que es muy curioso, no pudo enterarse qué era lo que les preocupaba para contarlo ahora aquí. ¡Qué se le va a hacer!.

“Salusius a los dioses manes de Andossic, su hijo querido”

Parece que estamos siempre queriendo decir algo y es igual si lo hacemos dirigiéndonos al crepero de St. Bertrand para enviarle un agradecido saludo, o a las divinidades de turno para que protejan a nuestro ser más querido. Allá donde creemos que hay alguien que pueda escucharnos, nos apresuramos a descargar sobre él todo lo que ronda de mejor o peor manera en nuestras entrañas. Quizá por eso estoy aquí.

Pero bueno, esta era otra pared, la de la basílica que tanto habíamos esperado visitar y en la que encontramos, según nos plantamos ante su fachada, a un lado de ella la inscripción que acabamos de transcribir.

El tímpano de la portada representa la adoración de los magos, y en ella vemos a los tres reyes, no sé si en plena adoración o agachándose para que no les de en la cabeza alguno de los incensarios que agitan los ángeles que les sobrevuelan. Frente a ellos está la Virgen con el niño sentado a sus pies, y un hombre tras ella que bien puede ser San José o el mismísimo St Bertrand… ¡un momento!, ¿qué ocurre con el niño?: con la ayuda de un pequeño catalejo que empleamos para estas visitas, miramos con más detalle al recién nacido, y… ¡sí, tiene barba!.

Sin salir de nuestra sorpresa continuamos reparando en los diferentes detalles de la portada, deseosos ya de dar con algún otro que pudiera explicar aquella rareza.

Y ahí estaba, aunque no para dar muchas respuestas. El dintel sobre el que descansa este tímpano, representa a los doce apóstoles que se presentan ante nosotros con cierta ligereza en su pose, y otro tanto de transparencia y sensualidad en sus habitualmente austeras túnicas.

En su vestido nos pareció que iban muy a la romana, y en el movimiento y la forma nos recordaba a otras imágenes propias de antiguos templos paganos. ¿Qué era todo eso?. Sin saber demasiado de éstas cosas, y dándonos la respuesta que más nos hiciera disfrutar de aquél lugar, -aunque poco tuviera que ver con la realidad-, se nos ocurrió explicarlo pensando en la probabilidad de que allá existiera antes un templo pagano del que además del lugar, se aprovechó todo aquél material que se pudo para la construcción de la catedral. Los compagnons que se encargaron de ello o eran un poco vagos o es que el presupuesto no daba para más. A saber…

También cabe pensar que a estos apóstoles se les fue un poco la mano en esa famosa última cena, y que ello dio pie a que cada uno se mostrara con la alegría de ser aquello que deseaba, quedando así para la eternidad que, a fin de cuentas, es lo que importa.

Hablando de todo esto, y sin preocuparnos demasiado por ese suave veneno que es el tiempo, visitamos el magnífico interior del templo, su impresionante coro –donde también existe algún otro motivo erótico-, y nos llegamos por fin a su claustro, esa joya adornada por una excelente colección de columnas y capiteles, y uno de cuyos lados se abre en mirador al valle con los Pirineos de fondo.

Recuerdo que apoyados a su petril, nos detuvimos a escuchar el rumor del aire rozando las ramas de los árboles, el murmullo de un arroyo que corre a los pies de la colina y el canto de un grupo de pájaros que parecían querer permanecer ocultos allá, en la espesura del bosque. Nuestro pensamiento parecía volar con cada uno de ellos, como buscando ocultarse en los mismos lugares que los hacían invisibles y eternos.

Al fin y al cabo todo ello ha estado aquí siempre, como estas piedras de tan diferentes formas que alguien colocó una vez; han estado siempre y lo estarán ahora mismo, allá, en aquél lugar, hasta el final de los tiempos…

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
MADIRAN, gran cuvée Charles de Batz, gran cuvée digo, amigo.
¿Sabías que bajo “La colina de Lug”, dicen, que los hiperbóreos, campaban a sus anchas, en infinitos túneles?
(creo que sí)
quizás las imágenes epicenas de los apóstoles, sean producto de los hiperbóreos
quizás el niño barbado sea el mismísimo Saint Bertrand sembrando sus enseñanzas.
(no se, tengo que reflexionar)
De todos modos hermoso relato para iniciados, que no alcanzo a comprender en su conjunto, pero como especia no tiene precio.
Anónimo ha dicho que…
A primera hora de la mañana he escrito un comentario (bastante largo, por cierto) y veo que no se ha publicado. Por si se ha perdido, sólo quería que supieras la magnífica descripción que has hecho sobre este lugar que visitamos este verano el Petros y yo. El ascenso desde el parking es duro para una fumadora como yo, pero el fresco de la mañana y el canto de los pajarillos lo hacían más llevadero. Recuerdo que no había gente, y también la crepería a la que no entramos porque se nos hacía tarde.
Saint Just me cautivó, como no podía ser de otra forma.
Gracias por traerme estos recuerdos de nuevo.
Anónimo ha dicho que…
Se me olvidaba, he presentado unas fotos a un concurso de fotografía y entre ellas hay una de Saint Just. Si salgo vencedora compartiré el premio con vosotros cuando llegue el maravilloso día en el que os pueda conocer físicamente.
un saludo
Charles de Batz ha dicho que…
Anarkasis:es posible que fueran los hiperbóreos,que no contentos con afanarse la lanza de Lug, se dedicaron a poner cara de santo a sus libidinosas bailarinas. O eso, o el crepero que guarda en sus bodegas, además del delicioso Madiran, una tropa de aquellos dispuesta a reconquistar lo que fue suyo.

Ha resultado siempre tan sugerente eso de las montañas sagradas atravesadas por miles de galerias, que sólo imaginar al rey del mundo, a los hiperbóreos,a sus últimos sucesores prebenedictinos, los anacoretas, a uno le daría para contar mil y un historias tabernarias...

Vailima, pena haber perdido tu primer comentaria, pena y rabia por tu parte por que eso de irse al Cipango después de estar dándole a la tecla, pues como que jode. Ayer esto de blospot anda cojo, esperemos que no siga la senda de bitacoras.com. !No!.

Por cierto, hablando de St. Just, imagino que tu que creo que eres también de la Hermandad Sacra de los Curiosos Impenitentes, te daría cuenta de que entre las tumbas del cementerio que rodeaban a la iglesia había varias pertenecientes a una familia "De Batz"... Si al final, va a resultar que tengo por allá algun terruño o capellanía familiar !y yo aquí sin hacer nada!.

Gracias a los dos

Salud y Fraternidad
Anónimo ha dicho que…
Charles me he sentido transportada a Saint Bertrand de tu mano ligera. Siempre he querido ver los Pirineos desde el otro lado, y, por alguna extraña razón, tengo la sensación de que debo de ir para entenderme un poco mejor, como si fuera a verme desde fuera. Lo sé es muy raro esto que digo, pero yo me entiendo;). Total que tu post me trae recuerdos de sitios no visitados pero queridos, gracias.
Fiamma ha dicho que…
Hola Charles...

Gracias por permitirme conocer a travès de tus palabras, un lugar tan interesante... ;)
Charles de Batz ha dicho que…
Gracias a tí Lady por leerme y por tu comentario. ¿Raro?, NAA, que no es raro buscarse a uno mismo, y hacerlo huyendo de todo aquello que representa ese entorno cotidiano con el que no podemos vivir, pero del que nos resulta imposible prescindir. ¿Raro?, somos tan raros que parecemos iguales. Así creo que somos las personas...

Fiamma: te digo lo mismo, gracias a ti por visitarme y dejar constancia de ello a través de tu comentario. Espero seguir viéndote por aquí.

Salud
david santos ha dicho que…
Hola!
Gran trabajo.
Gracias.
Pedro J. Sabalete Gil ha dicho que…
Gracias por el viaje, porque con tus palabras me he sentido allí. Y añadistes además otro motivo para visitar esa zona.
Hace años estuve de viaje de negocios en Toulouse y en el poco tiempo que tuve libre escuché una charla de dos abueletes en nuestro idioma. Eran refugiados de la Guerra Civil.

Saludos.
Anónimo ha dicho que…
Charles, lo he leido con placer aunque algo apresurado, me imagino sobre todo lo que habrás disfrutado por los alrededores de la Gascuña ¿o es Gascuña?.
Estoy fastidiado sin internet en casa grrr. Salud para contarlo.
Leodegundia ha dicho que…
Fantástico este viaje en tu compañía porque se puede apreciar que tú cuando viajas no sólo miras, ves y vives el momento como si te trasladaras a la época de esos magníficos edificios.
El sur de Francia tiene lugares preciosos y cargados de historia que merecen una visita.
Un saludo
Charles de Batz ha dicho que…
David Santos: gracias por tu visita, por tus palabras y por darme a conocer esas hermosas composiciones de tu blog que, a pesar de la diferencia de idioma, he podido comprender con toda su belleza.

Goathemala: efectivamente, es muy habitual encontrar allá a españoles o descendientes de ellos que huyeron después de la guerra civil. Ésperemos que algo así no vuelva a ocurrir.

Vere: habrá que mandar a un equipo sanitario para que reanime tu conexión, que así no se puede estar. ;-)

Leodegundia: gracias por tus palabras y por pasarte por aquí, lo agradezco muy sinceramente.

Salud
rafico ha dicho que…
Hola... A veces uno ensueña con esos lugares....

Motivado por la curiosidad que me provocò es columna retorcida y extraña, varios sugiriron reflexiones.

Si te interesa te dejo ellink a dicho post:
http://paradigmasactuales.blogspot.com/2006/05/las-cosas-serias-deben-tratarse-en.html

Un abrazo.
Charles de Batz ha dicho que…
Gracias por tu visita Rafico, las columnas que tu muestras creo que son relativamente frecuentas; ahora así recuerdo por ejemplo que las hay en Silos, y creo que el secreto de su significado tiene más que ver con testimonios que de sí mismos y de su pericia querían dejar los "compagnons", que con otra cosa.

Salud

Entradas populares de este blog

Confiar y Esperar

El Diamante y la Venganza (y VI)

3 años después