Pájaros en la cabeza

De todos los lugares que hay en el mundo, aquellos en los que más me gustaría estar son los que no conozco. Quizá sea por eso: porque no los conozco, y en el mismo momento en que lo haga perderé el interés por ellos. ¿No crees, Charles? No, seguramente he dicho una tontería.

Intento hacer que leo el periódico. Casi no cabe en el mostrador, y uno de sus extremos cae sobre la tortilla de patatas con jamon york a medio empezar que espera flácida el apetito de algún incauto parroquiano. Por fortuna no hay apenas gente y se está tranquilo… ¡eh!, ¿qué pasa?; alguien que entra en escena, y desde la distancia de la puerta, se dirige a la camarera:

- ¿Maritxu, eres Maritxu?

- ¿A quien le dices?, ¿a mí?

- Si, ¿no eres Maritxu?

- No.

- ¿Segura?

- Mira guapa, me acabas de bautizar… ¡no voy a saber yo cómo me llamo!.

- Pues me habían dicho que te llamabas Maritxu.

- Ya te digo que no, me llamo Paqui ¿quién te ha dicho eso?

- La de la fruteria del Eroski.

- No conozco a ninguna frutera del Eroski.

- Si, antes estuvo contigo en una pescadería de Lasarte.

- Creo que ya sé quien dices, ¿la de Bermeo?

- Sí esa, me dijo que si pasaba te mandara recuerdos.

- Ya…, vale…

- ¿Y qué tal te va por aquí?

- Mejor, por lo menos no se habla tanto como donde la de Bermeo; porque para lo que hay que decir… ¡ya ves tú misma de qué cosas habláis!

- Pues me dijo que te saludara…

- ¡Cuánto me alegro!

- Bueno Paqui, guapa, cuidate…

Dado el tono de tan falso cariño de una, y el de nada disimulado desdén de la otra, no he podido resistirme a mirar cómo son las dos personas que estaban derivando en semejante conversación. La preguntona es una chica como de poco más de 20 años, pelo recogido en un moño, ropa vaquera, bisutería de la Señorita Pepis, pequeña de estatura y todo morros, quiero decir que los tiene pintados de tal forma que cualquier otra parte de su cuerpo, ya pequeño de por sí, apenas se distingue ante semejante relumbrón.

La Paqui tendrá diez años más, es también más alta y dirige la barra con bastante desparpajo. No parece interesada en la conversación en la que le ha metido la intrusa, pero cuando manifiesta algo es cierto desdén. Para mí que en ese intercambio de despropósitos había algo más que mi curiosidad no ha alcanzado a adivinar.

Es igual, yo sigo a lo mío, a hacer que leo el periódico mientras espero algo nuevo que escuchar.

De estar vivo Poe, me he dicho en más de una ocasión, seguro que hubiera dado en los hábitos que algunos tenemos con una clara muestra práctica de su "hombre de la multitud". Lo digo porque uno disfruta de esa especie de invisibilidad que procura el anonimato, y la busco y me regodeo en ella, periódico en mano, sentándome en la barra de un bar desconocido a escuchar lo que dicen de sus vidas quienes me rodean…

Recuérdalo, ahora que lo sabes, cada vez que hables de tu vida y tengas junto a ti a alguien leyendo el periódico…

Escuchad lo que dijo el de Arouet:

“Qui n’a pas l’esprit de son âge
De son âge a tout le malheur”

¿Quién no se ha sentido en alguna ocasión prisionero de su tiempo?

Reflejo

Ojelfer
Sobre las aguas del Sena,
Quédate con la luna.

Oigo todavía cómo esos pájaros que aletean por el interior de mi cabeza picotean sin cesar el grano fecundo que acaba de nacer. Ni haciendo los más aparatosos aspavientos consigo espantarlos; quizá sea así mejor, pues son ellos los que me hacen tal y como soy en este momento.

Además, nos queda el consuelo de haber convertido todo esto en un juego, ocultando en la anotación el nombre del personaje que la encabeza, ¿será alguien capaz de encontrarlo?



Tengo la que me faltaba. Ahora por fín puedo descansar plácidamente arropado por el cálido y suave manto de plumas de Maat.