Principio, palabra y luz
Empezar de nuevo. Todo comienzo resulta difícil, aunque éste no sea el primero y a nuestras espaldas carguemos ya la experiencia de quien ha recorrido, durante más de un año, el camino de la palabra escrita en un cuaderno que ahora parece quedar perdido y olvidado en lo remoto.
En este momento a uno le invaden las huestes de la inseguridad, encabezadas por la terrible duda de no saberse acompañado por el canto de las musas y el aliento de la inspiración. Piensa en el espantoso aspecto que tiene el temor, en ese rostro que a veces nos mira directamente a la cara, y señala a nuestro destino como una de sus próximas víctimas…
Ahí se aquietan nuestros pensamientos, hundiendo sus pasos en las tinieblas, hasta detenerlos asustados y no dejar tras de nosotros nada más que el silencio. De nuevo el mismo silencio que nos cubría de sombras mientras permanecíamos silentes en un rincón, muy parecido al que describe Cesar Vallejo
En esta noche pluviosa,
ya lejos de ambos dos, salto de pronto...
Son dos puertas abriéndose cerrándose,
dos puertas que al viento van y vienen
sombra a sombra
Encendamos pues la luz y lancemos las primera palabras sobre la oscuridad blanquecina de este nuevo cuaderno, para que podamos ver que es lo que hay dentro de él. Quede advertido el errante lector que lo que va a encontrar en estas páginas, en poco asemejará muchas veces a lo que él ve o cree ser la realidad, pues nuestras palabras pueden ser como aquella luz del mediodía que tan magistralmente describió Daudet en su primer Tartarín:
“Ya es hora de que nos entendamos de una vez para siempre con respecto a la reputación de embusteros que los del norte han dado a los meridionales. En el mediodía de Francia no hay embusteros; no los hay en Marsella, ni en Nimes, ni en Tolouse, ni en Tarascón. El hombre del mediodía no miente, se engaña. No dice siempre la verdad; pero cree que la dice… Para él, su mentira no es mentira, es una especie de espejismo.
Sí, espejismo… Y para que me entiendan bien, vayan al mediodía y lo verán. Verán aquél demonio del país en que el sol lo transfigura todo y lo hace todo mayor que lo real. Verán aquellos cerrillos de Provenza, no más altos que la loma de Montmartre, y les pareceran gigantescos. Verán la casa cuadrada de Nimes –una joyita rinconera- que les parecerá tan grande como Notre-Dame. Verán… ¡ah!, que el único embustero de mediodía, si es que hay alguno, es el sol… Todo lo que toca, lo exagera… ¿Qué era Esparta en el tiempo de su esplendor? Un poblacho… ¿Y Atenas, qué fue? A lo sumo una capital de provincia… y, no obstante, en la historia nos aparecen como ciudades enormes. Tal es lo que de ellas ha hecho el sol…
Después de esto, ¿os asombraréis de que el mismo sol, cayendo sobre Tarascón, de un antiguo capitán de almacenes como Bravidá, haya podido hacer el bravo comandante Bravidá; de un nabo, un baobab, y de un hombre que estuvo a punto de ir a Shangai, un hombre que estuvo allí?”
Avisado está pues el lector, y espero que mis palabras, cuando asomen por entre el vacío de estas páginas, sean recogidas por él como si escucharan al mismísimo Tartarín relatando a sus amigos las aventuras que corrió, o mejor dicho estuvo a punto de correr, cuando marchó a Africa en busca del terrible león del Atlas:
“figúrense ustedes –dijo- que cierta noche, en mitad del Sahara…”
Comentarios
comprobar los hechos y a convencerse de que he respetado la verdad tanto como cualquier otro viajero."
Lady, como siempre da gusto contar con tus comentarios. He de reconocer que esa lectura a la que haces referencia es una de las tantas lecturas que tengo pendientes... Quizá algún día deberíamos hablar de los viajes a la luna y no olvidarnos tampoco del que hizo el bueno de Cyrano.
Nada de sentirlo, Vailima, para mi es de agradecer -y mucho- las molestias que te has tomado para dejarme tu comentario. Por cierto, gracias también por actualizar con tanta premura el enlace de tu cuaderno.
Salud y Fraternidad
Queda en su primera hoja un buen apunte de lo que nos espera.
si, sí, "advertidos estamos"
:)
Un saludo afectuoso!
Me agrda ver esa imagen de Arthur Rimbaud... Esa imagen me aviva la llama de la poesía de una forma primitiva y fuerte...
Dichosos los que pueden ser sol, y llenar de encanto y magnitud a todo lo que tocan. Necesitamos tantos soles para darle más magia a un mundo que tiende a percibirse como monotono, por la falta de magia...
Recibe un abrazo,
Raúl
Me alegro de poder visitarte cuando quiera.
Salud