El Diamante y la venganza II

Joseph Lucher, hombre de fortuna…
… nació el mismo día en que murió Francois Picaud. Para que nos entendamos: aquel fue el nombre que se puso éste al poco de ser encerrado en los calabozos de la remota fortaleza de Fenestrelle, en lo que son actualmente los Alpes Italianos.
Su condena duró siete largos años, hasta la caída del Napoleón en 1814, que hizo que quienes, como él, estaban encerrados por cuestiones políticas salieran libres con el nuevo gobierno. Lucher era un hombre avejentado por el sufrimiento y la desesperación. En el interior de su alma ardía el deseo de la venganza, de castigar a quienes le habían enviado a semejante infierno. Desgraciadamente, apenas sabía el motivo por el que había pasado todo aquél tiempo en presidio y, por supuesto mucho menos quién lo había provocado.
Fuera de él, no había manera de reconocer a la persona que fue antes: parecía mucho mayor de lo que era, y el aspecto jovial e inocente que marcaba su seña de identidad había desaparecido totalmente de su rostro.
A pesar de ello, Lucher había mostrado de cara a sus carceleros un talante sereno y respetuoso, tanto que en los últimos años que cumplió de condena, se le encomendó servir de criado a un rico clérigo milanés de origen noble, que se encontraba destinado en aquél mismo lugar. Según se cuenta en los archivos de la policía de París, es muy posible que el aristócrata llegara a conocer el pasado de su criado y sintiera por él un especial afecto, pues estando en el lecho de muerte, el 4 de enero de 1814, manifestó que lo consideraba como si fuera su propio hijo y testó a su favor convirtiéndolo en su único heredero.
El clérigo le dejaba una inmensa fortuna repartida en copiosas rentas a recibir de las bancas de Hamburgo, Amsterdam y Londres en pago por la venta de todas las posesiones que habían pertenecido a la familia del milanés. Además, antes de morir le habló de un lugar en el que había escondido un tesoro consistente en diamantes valorados en más de un millón de francos, además de otros tres millones en diferente moneda de Francia, España, Milán, Venecia e Inglaterra.
Poco más de tres meses después de recibir aquel rico legado, en abril, Lucher salía libre de la fortaleza de Fenestrelle. Rápidamente marcha a Milán a hacerse con el tesoro del que le había hablado su mentor, y de ahí pasa a Amsterdam, Hamburgo y, por último Londres. Además de aquella cantidad de dinero, el rico clérigo había proporcionado a su ahijado del conocimiento necesario para moverse con buen tino en el mundo de los negocios y la especulación, en la alta sociedad, y en los grupos de poder. No en vano, Lucher era entonces poseedor de una fortuna que podía superar a la de cualquier rey.
El nuevo potentado llega a París el 15 de febrero de 1815, exactamente 8 años después de que el pobre Francois Picaud desapareciera misteriosamente sin dejar ningún rastro. Como poco después, en marzo, se difunde la noticia de la huida y regreso de Napoleón de la isla de Elba, Luchet permanece durante los meses siguientes en un segundo plano, sin dar noticias de su existencia, no fuera a ocurrir que volvieran a enviarlo a su presidio.
Tras la derrota de Waterloo y asegurada la Segunda Restauración, se instala en las proximidades de la Plaza de Sainte Opportune, desde donde comienza a indagar sobre lo que ocurrió ocho años antes. Esto es lo que llegó a averiguar: mucha gente recordaba lejanamente la desgraciada historia de un tal Picaud, quien a punto de casarse con su prometida, fue víctima de una cruel broma por parte de tres amigos que le denunciaron. No se sabía si había huido para no ser atrapado, o si lo habían encerrado secretamente; el caso es que su prometida lloró su desaparición durante dos años, hasta que terminó por casarse con un buen amigo del desaparecido, el dueño del café Loupian, que la había estado dando consuelo todo ese tiempo. El matrimonio, además de dos hijos, le había proporcionado al marido una importante dote con la que convirtió su café en uno de los más elegantes y reconocidos de París.
Luchet parecía escuchar todo esto sin demasiado interés, pues lo que realmente le interesaba en ese momento era saber el nombre de aquellos “amigos” que habían llevado la desgraciada a la vida del tal Picaud.
- Un tal Antoine Allut –dijo por fin una de las personas a las que interrogó Luchet-, me dijo en cierta ocasión que él sabía quienes eran aquellos de los que usted habla.
- Conocí a un tal Allut en Italia –respondió Luchet- que era de Nimes.
- Pues es posible que fuera el mismo, ya que éste también era de aquél lugar.
- Ahora que lo menciona, recuerdo que ese Allut me prestó un dinero, pidiéndome que se lo devolviera en cuanto pudiera y, la verdad, quiero pagar mi deuda lo antes posible.
- Podéis hacerlo entonces con toda confianza enviándoselo a aquél lugar, pues me consta que vive allá retirado.
(Mañana, tercera parte: El viaje del Abad Baldini)

Comentarios

Pedro J. Sabalete Gil ha dicho que…
Caramba que bien entra el relato acompañado del café de las mañanas. Reconocido ya Dantes o su sosias. Muy original la forma "folletinesca" en la que nos presentas la historia, me gusta.

Todavía no hay tesoro pero la venganza me parece inminente.

Hasta mañana, que no me lo pierdo, gracias y saludos.
Charles de Batz ha dicho que…
Por ahí va la cosa, Goathemala: se trata de los hechos presuntamente reales que inspiraron esa obra, y que se encuentran registrados en los archivos de la policía de París.

Por cierto, que tengo el gusto de comunicarte a tí y quienes puedan estar interesados, que aquél libro que envié a un concurso ha sido premiado con un accésit y cabe la posibilidad -estamos ahora haciendo las gestiones pertinentes-, que lo publiquen de aquí a un año. Veremos si hay suerte.

http://lossitiosdezaragoza.wordpress.com/2008/05/10/premio-literario-los-sitios-de-zaragoza/

Salud
Pedro J. Sabalete Gil ha dicho que…
Ya me cautiva el título.

Felicidades, espero darme en breve la satisfacción de leerte en papel. Ya avisarás.

Saludos.
Charles de Batz ha dicho que…
Avisaré, por supuesto. Eso está hecho.

Gracias Goathemala.

Salud
Leodegundia ha dicho que…
¡Caramba! este relato me suena un montón ¿No se parece mucho a "El Conde de Montecristo"?.

Sigo leyendo.

Entradas populares de este blog

Confiar y Esperar

El Diamante y la Venganza (y VI)

3 años después