El Diamante y la Venganza III

El viaje del Abad Baldini…
…a Nimes tenía un solo objetivo: dar con Antoine Allut para entrevistarse con él. Después de pasar unos cuantos días intentando localizarle, por fin logró acordar un encuentro en un mesón muy cercano a la Maison Carrée.
A Antoine le sorprendió que alguien que no conocía, aunque podía jurar que a ese tal Baldini lo había visto en algún sitio, tuviera un interés tan vivo en encontrarse con él personalmente. Únicamente sabía que había llegado hasta allá con el objeto de hacerle entrega de un valioso legado.
¡Qué cosa más extraña! –debió pensar Allut. ¿A qué ese interés en conocerme y entregarme algo que dicen tiene mucho valor?
Cuando por fin se encontraron, y después de la charla preliminar entraron en materia, el Abad le contó que estando preso en Nápoles por cuestiones políticas, conoció en su lecho de muerte a un hombre de unos 30 años, que había sido encerrado injustamente y que, a pesar de ello, perdonaba a los causantes de su desgracia. Era de ahí, de Nimes, y decía llamarse Francois Picaud…
Al oír aquél nombre, Antoine lanzó un pequeño grito y su rostro quedó totalmente blanco.
- Usted conocía a ese tal Picaud, ¿no es así? – le preguntó el Abad.
- Era uno de mis mejores amigos… ¡fue a morir lejos el pobre diablo!... ¿sabe usted porqué lo encerraron?
- No lo sabía ni él…
Antoine pareció respirar más tranquilo. Mientras, el Abad le siguió contando que Picaud, durante su estancia en prisión, conoció a un inglés cautivo como él, con el que entabló tal amistad que al morir regaló al zapatero de Nimes un enorme diamante que valdría más de cincuenta mil francos…
- Algún tiempo después –continuó relatando el Abad- le llegó su última hora también a Picaud, quien atormentado por su desgracia, me hizo jurar que al ser puesto en libertad vendría a Nimes a buscar a su amigo Antoine Allut –“la voz de Dios me ha dicho que él conoce el nombre de los que me denunciaron”, me aseguró-, para entregarle ese valioso diamante que le regaló su amigo inglés. Sólo puso una condición: que Allut me diera a cambio los nombres de sus delatores, para que yo los escribiera en una placa que hay sobre su tumba en Nápoles.
Al mismo tiempo que terminaba de relatar esto, el Abad descubría un pequeño bulto que acababa de colocar sobre la mesa, separándolo lentamente del paño que lo envolvía, hasta dejar a la vista de Antoine una gruesa piedra que parecía hecha de agua, en cuyo interior brillaba el reflejo del fuego que ardía al fondo de la estancia, en la chimenea.
Los ojos de Antoine y su mujer, que acababa de unirse a la conversación, brillaban aún más si era posible que el enorme diamante que estaban viendo. En un instante, todos los reparos, la prudencia e incluso, la posible desconfianza que podía despertar en ellos ese desconocido Abad, se había desvanecido completamente.
- Vale al menos cincuenta mil francos –añadió el Abad como dando la estocada final a cualquier reparo.
La mujer de Antoine corrió a avisar a un joyero vecino, quien lo tasó en más de sesenta y tres mil francos. A los Allut ya nos les cupo ninguna duda: saltaban de alegría, gritaban, y ella con los ojos llenos de lágrimas insistía en abrazar al generoso abad, quien no daba muestras de otra cosa que de querer terminar de una vez por todas con el asunto.
- Entonces, ¿estamos de acuerdo? –preguntó mirando a ambos.
- Pues claro que sí –respondió rápidamente ella- ¡venga Antoine!, ¿a qué esperas?
A pesar de todo, él pareció dudarlo durante un instante, pero la insistencia de su mujer y del abad terminó por rendirle. Se sentó a la mesa, tomó un pedazo de papel y escribió:
Gervais Chaubard
Guilhem Solari
Gilles Loupian
(El próximo lunes, cuarta parte: Prosper, el viejo limonadero)

Comentarios

María Elisa Quiaro ha dicho que…
hay lugares imprescindibles a los cuales llego calladita, apenas con energia, pero me quedo horas y las culpables son tus letras. gracias. te abrazo
Cósimo ha dicho que…
Fantástico este relato Charles, me llena de intriga y quedo a la espera del próximo episodio...
Pedro J. Sabalete Gil ha dicho que…
¡Qué astucia! Imagino como el brillo del diamante avivaba la memoria, máxime cuando ya parecía que no existían riesgos. Lo mejor, el motivo: grabar el nombre de los culpables en su lápida.

No sabía que Alejandro se inspiró en sucesos policiales para su obra. Busqué un poco y desistí seguir haciéndolo más, prefiero leerlo de tu pluma.

Hasta el lunes, es una cita casi de agenda.

Saludos.
Medea ha dicho que…
Jo, me descuido un poco y cuando vengo hay tres historias (en una) pendientes!

Menos mal que ahora pones fecha para la proxima :D
Charles de Batz ha dicho que…
Ontokita: en silencio o cantando siempre es agradable saberos aquí.

Cósimo, el lunes tendrás la siguiente parte, y el martes e incluso el miércoles... supongo.

Je, je... a mi también, Goathemala, me pareció por lo menos pintoresco el motivo que dió el abad para conocer los nombres de los delatores... Ahí parece que fue cómo Dumas, o mejor dicho Auguste Maquet, encontró la materia prima para su novela. Pero bueno, de eso hablaremos más adelante.

Con eso de hacer cursillos para evitar los martes13, Medea, han saltado a este cuaderno dos o tres textos sin que te dieras cuenta ;-) Mejor tarde que nunca.

Gracias por vuestra visita

Salud
Pedro J. Sabalete Gil ha dicho que…
Pues estamos buenos. Si como tengo entendido Auguste fue, hablando en plata, el negro de Dumas y
además la idea se le ocurrió a él. No aventuro más, espero.

En una lapida del cementerio de un pueblo próximo a donde nací pone que sus desconsolados hijos le lloran y sus hermanas les recuerdan y tal y tal "todos menos Tomás que no puso dinero para esta lápida". Me lo recordó de inmediato.

Saludos.
Isabel Barceló Chico ha dicho que…
Bueno, charles, con tu agudeza acostumbrada nos has hecho discurrir por un mundo casi onírico, donde la traición y la desgracia parecen ser algo natural. Claro que la historia nos recuerda al texto literario. Pero no sé, el que sea cierta aún le da un mayor aire novelesco. Un beso enorme, querido amigo, y no tardes en escribir la continuación.
Anónimo ha dicho que…
Nada añado y espero.
Charles de Batz ha dicho que…
Lo de la lápida, Goathemala, me tienes que contar dónde está, pues es realmente curioso y me gusta coleccionar curiosidades de ese tipo.

Hasta el punto que hemos llegado de la historia, Isabel, ésta transcurre de manera muy parecida al texto literaria. Sin embargo, ya verás cómo a partir del siguiente episodio la cosa cambia bastante...

Amigo Vere: espera pues y ya dirás.

Salud
Pedro J. Sabalete Gil ha dicho que…
Villardompardo, Jaén. Apenas visite mi pueblo con gusto te envío la foto, mi padre es el que siempre me lo dice.

Saludos.
Freia ha dicho que…
Mi querido Charles:
Lo único bueno de no haber podido leer tus entradas durante algún tiempo es que puedo leer unos cuantos capítulos de golpe y ahorrarme el mono de la charlesdebatzmanía, vicio del que ya sabe que me he declarado adicta.
Me dejo los mosqueteros para una posterior lectura.
Estoy que no vivo ya con los diamantes y los traidores...
Como siempre, es notable tu capacidad de hacernos beber tus historias y de esperar expectantes el siguiente capítulo.
Un abrazo
Charles de Batz ha dicho que…
Espero con ganas poder ver esa foto, amigo Goathemala, gracias por el ofrecimiento.

Celebro que hayas podido evitarte el tener que seguir la historia episodio a episodio, como bien dices te evitas el "mono"

Salud y gracias por vuestra visita
Anónimo ha dicho que…
son las 2 y no has publicado me voy a acostar, sniff
a ver con el dia si..snif
Charles de Batz ha dicho que…
Que conste que iba a publicar para la una, pero un error "tesnológico" me ha obligado a retrasarlo.
Se agradece el interés.

Salud
Leodegundia ha dicho que…
Supongo que eso de "todos tenemos un precio" es cierto. Pero este personaje bien podría haber escrito también su nombre pues tanto peca el que mata como el que tiene por la pata. Tan culpable o mas que el que comete un delito es el que conociendo que se va a cometer guarda silencio permitiendo que se produzca.

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