Magdeleine Robineau

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“ROXANA:
¡Calla! ¡No puedes comprenderlo!... ¡Dios mío! Es verdad que desde aquella noche en que, con voz desconocida, comenzaste a enseñarme tu alma, bajo mi ventana, yo te adoraba... pero tus cartas... ¡tus cartas han sido para mí como si desde hace un mes, constantemente, volviera a escuchar la voz de aquella noche... aquella voz tan dulce en la que te ocultabas!... ¡Tanto peor para ti si me arriesgo! ¡Penélope no se hubiera quedado bordando en casa si Ulises le hubiese escrito como tú lo has hecho, sino que, como la alocada Elena, hubiera mandado a paseo las madejas de lana para reunirse con él!”

(Cyrano de Bergerac; Acto IV, Escena VIII)



¿Qué se puede decir de Roxana, la única, la del Cyrano de Rostand?; que embriaga su sensibilidad, la delicadeza de sus maneras y el cierto punto de valor que demuestra tener al correr hasta el cerco de Arrás, buscando a su amado; que gozamos viéndola evolucionar desde lo profano a lo sagrado a lo largo de los cinco actos de esta obra.
¿Qué más se puede decir?. Se puede empezar y no terminar.

Al principio, la conocemos frecuentando el teatro del Hotel de Bourgogne y los salones de la buena sociedad, donde por aquél entonces estaba tan de moda hablar de “Le Tendre”, algo así como el país imaginario de la Ternura, y que tuvo sus inicios en un juego de salón divulgado por Madeleine de Scudery.


“LA DUEÑA:
Vamos ahí enfrente, a casa de Clomira. En su tertulia se leerá hoy un discurso sobre «le Tendre».

RAGUENEAU.
¿Sobre «le Tendre»?

LA DUEÑA.
¡Claro! (Gritando hacia la ventana.) ¡Roxana, que se hace tarde!... ¡Vamos a perdernos el discurso sobre «le Tendre»!

(Cyrano de Bergerac; Acto III, Escena I)

Pero nuestra Roxana va cambiando poco a poco, y empieza por descubrir el valor de las palabras que le dirige Cyrano-Christian bajo el balcón. Luego llegarán las cartas, la palabra escrita, que convierten los sentimientos de este ser sensible, frágil y apasionado, en heroína y cautiva de un amor absoluto y profundo. Esta es la Roxana que nos queda impresa en lo más profundo del corazón cuando damos vuelta a la última de las páginas y cae el telón sobre la escena.

"CYRANO.
¡Hay una cosa que no me qui­taréis!... ¡Esta noche, cuando entre en el cielo, mi saludo barrerá el suelo azul, y, mal que os pese, conmigo irá una cosa sin manchas ni arrugas... (Arroja la espada a lo alto.) y esa cosa es... (La espada escapa de sus manos; vacila y cae en brazos de Le Bret y Ragueneau. )

ROSANA.
(Inclinándose sobre él y besándole en la frente.) ¿Y es...?

CYRANO.
(Vuelve a abrir los ojos, la reconoce y añade son­riendo:)¡Mi penacho!"

(Cyrano de Bergerac; Acto V, Escena VI)


¡En fín!, que queda todo muy bonito e idealizado, digno del mejor de los sueños románticos en los que uno pudiera internarse. El problema es que esta Roxana, nuestra Roxana, es el personaje de la obra de Rostand que menos se parece a su modelo original: Madeleine Robineau (1610-1657), prima –como ocurre en la obra- del cadete, filósofo, inventor y comediante Cyrano de Bergerac.

De este personaje real, que parece que sirvió más de referencia que de inspiración a Rostand, sabemos que gozó toda su vida de las mejores comodidades que una mujer de su clase podía permitirse por aquél entonces, gracias a que contaba con una más que desahogada fortuna. Según dice Cyprien de la Nativité, sus mayores preocupaciones “tenían por objeto el adorno de un collar, la elegancia de un peinado, las maneras de un gesto y la gracia de unos zapatos…”.

También es conocido que disfrutaba de la buena mesa:”era tan difícil de satisfacer en la mesa, que hacía falta que los alimentos no fueran sólo sabrosos al gusto, sino que también estuvieran dispuestos de manera agradable a la vista”. Creo yo que cuando se dice buena mesa de esta manera, podemos entender también que abundante.

Cuando tenía poco más de veinte años casó con Christophe de Champagne, Baron de Neuvillette, con el que llevó seis años de “vie mondaine”, hasta que enviudó de él a resultas de una emboscada que sufrió tras el asedio de Arrás en 1640.

Y es aquí donde se evidencia de nuevo lo poco excepcional de este personaje: atormentada por la idea de que su marido murió sin haber tenido la posibilidad de recibir confesión, pudiendo así sufrir la condenación eterna, dio un importante giro espiritual a su vida. Abandonó la vida mundana y del siglo en la que había vivido hasta entonces, para darse a esas otras comodidades –convenciones sería un término más exacto- muy de aquella época de viuda acaudalada y piadosa.

No entró en ningún convento, aunque sí que frecuentaba para hacer oración y penitencia el de las Hijas de la Cruz, cuya priora era la madre Catherine, prima suya y hermana de Cyrano. Precisamente allí se impuso, es seguro que en combinación con Catherine, una importante misión: convertir a su primo Savinien de Cyrano, para que salvara su alma de la vida de pecado en la que la veían inmersa. Difícil y complicada, pero como el éxito de muchas empresas se basa en estar en el lugar y momento adecuado, ahí estuvo ella en la última enfermedad de su primo, cuidando de las heridas que terminarían por provocarle finalmente la muerte. A buen seguro que esa última conversación nada tenía que ver con la que cierra la obra de Rostand.

Estando en estos menesteres Madeleine adquirió gran fama de beata y piadosa –aunque pudiera ser que lo lograra llenando generosamente la bolsa de algún que otro abate-, hasta el punto de que el Padre Cyprien de la Nativité (1605-1680), le dedicó en 1660 una obra hagiográfica, de la que se ha extraído gran parte de lo que de ella se sabe: “Recueil des vertus et des écrits de Mme la baronne de Neuvillette, décédée depuis peu dans la ville de Paris”.

De este Cyprien, que la conoció allá por los años 50 del siglo XVII, tenemos una descripción de cómo era Madeleine por aquél entonces: “tenía un espíritu brillante, los rasgos de la cara bien proporcionados, un buen talle, pero su gusto por la buena comida y el paso del tiempo hicieron que al final de su vida, estuviera tan cambiada que parecía no haber gozado de alguna belleza en su juventud, aunque conservara algo que la hacía diferente a lo que es común en las de su sexo”.
¿Qué se puede decir en pocas palabras de Madeleine?; que se nos aparece como una mujer bastante común, glotona, aburrida y beata; que si alguien piensa que podría encontrarse algo de la Roxana ideal en sus cartas, se llevará una gran desilusión, pues son tan engoladas, afectadas, beatas y vacías que resultan ilegibles para el más paciente de los lectores.

Algo parecido podríamos pensar de su biógrafo y sus disertaciones místicas y alambicadas, en las que pretende alcanzar la afirmación de la virtud a costa de la paciencia del inocente lector. En el Tomo VI de la “Histoire Littéraire du Sentiment Religieux en France”, se llega a firmar de él con respecto a esta obra: “en cuanto a su biógrafo, si a veces nos resulta divertido es a pesar de él mismo”.

Sin embargo, hay algo que marca la diferencia: hacia 1920 Paul Valéry resucitó del olvido al carmelita de París, asegurando: “ Cyprien de la Nativité de la Vierge que, al traducir a mediados del siglo XVII los versos de San Juan de la Cruz, nos ha dado, con perfecta humildad, uno de los más bellos poemas de la lengua francesa”. De hecho, aún hoy en día sigue considerándose uno de los mejores traductores a esa lengua de la obra de aquél gran poeta.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Querido amigo, aunque Roxana y Cyrano darían tema suficiente para llenar este hermoso espacio con reflexiones funambulescas, no me resisto a este pequeño guiño. Charles, allá va, "Cantique spirituel" en traducción de Cyprien de la Nativité de la Vierge:

Hostes de l'air, legers oyseaux,
Lyons, cerfs et chevres sauvages,
Monts, vallees, airs, claires eaux
Et vous delicieux rivages,
Ardeurs qui causez tant d'ennuys,
Vous, craintes des veillantes nuits,

Je vous conjure par les luts,
Et par le doux chant des sirenes
D'arrester votre ire, et que plus
Touchans le mur, les frayeurs vaines
Ne puissent causer le resveil
De celle qui prend son sommeil.

Nymphes de Juda, cependant
Que le plus doux parfum de l'ambre
Es rosiers se va respandant,
Ne touchez le seuil de ma chambre;
Demeurez, il est à propos,
Dedans les fauxbourgs en repos.

Tenez-vous caché, cher Espoux,
Tournez vos yeux sur les montagnes,
Et gardez ce secret pour nous,
Toutesfois voyez les compagnes
De celle qui se va ranger
Es isles d'un monde estranger.

La blanche colombe en ce jour
Avec son vert rameau d'olive,
Est dedans l'arche de retour;
Ja sur la verdoyante rive
La tourtre trouve retiré
Son pair qu'elle avoit desiré.

En solitude elle vivoit,
Son nid est dans la solitude,
En solitude la pourvoit
L'auteur seul de sa quietude,
Luy qu'un mesme amour a pressé
Et en solitude blessé.

Sus allons ami pour nous voir,
Et pour considerer nos faces
En vos beautez, ce clair miroir,
Ou l'on decouvre toutes graces,
Au mont d'ou l'eau plus pure sourd
Au bois plus espais et plus sourd.

Aussi-tost nous nous en irons
Gagner les grottes de la pierre,
Les plus hautes des environs,
Et plus secrettes de la terre.
Nous entrerons dans ces celliers
Beuvans le moust des grenadiers.

En ce lieu vous me monsterrez
Tout ce que pretendoit mon ame.
Ô vie! Vous me donnerez
Ce pourquoi mon coeur vous reclame;
Et que desja d'un pur amour
Vous me donnastes l'autre jour:

Les zephirs, et la douce vois
De l'agreable Philomele,
L'honneur et la beauté des bois,
Et la nuict plus calme et plus belle,
La flamme qui se va consommant,
Et ne donne point de tourment.

Car pas un ne le regardoit,
Aminadab n'osoit paroistre,
Le grand calme que l'on gardoit
Au siege se faisoit paroistre;
Les troupes avec leurs chevaux,
Descendoient à l'aspect des eaux.

Hasta sin tener ni idea suena magnífico :). Un abrazo y toda mi admiración amigo.
Anónimo ha dicho que…
No tenia ni idea me ha parecido muy interesante. Menudo trabajo te has pegado. A cambio por lo menos te lo digo y te felicito.
Salu2 amigo
Charles de Batz ha dicho que…
je, je, Lady de ese poema no creo que te cueste tener una traducción ;-). Gracias.

Zubi, gracias a ti también. Lo que haya podido haber de trabajo se ve compensado con el resultado -a veces-, con vuestra visita y con vuestras palabras.

Salud
Anónimo ha dicho que…
Una Madeleine obesa que no tiene más pecados por los que hacer petitencia que la gula y los afeites, pues tiene menos gracia.
Anónimo ha dicho que…
Para aguantarla!, ya decía yo que era demasiado bueno para ser verdad. Pero si nos ponemos a hablar mal creo que no se salva ni el Cyrano. Bueno, quizá Ragueneau.

Saludos
Charles de Batz ha dicho que…
Tenéis razón, Vere y zeroenconducta -por cierto que me suena a película de Vigo-, la literatura puede convertir a un personaje tan aburrido y vulgar como Madeleine en alguien como Roxana. Cosas que pasan.

zero... tenía pensado haber dedicado una anotación a Rageneau, pues me resultaba uno de los personajes más curioso, reales e interesantes de la obra. En su momento, también me documenté sobre el verdadero Rageneau y este si se parece bastante al de la obra. Pero bueno, otra vez será.

Por cierto que bien venido/a y espero volver a verte.

Salud
Anónimo ha dicho que…
Mi conocimiento del auténtico de Bergerac me llegó a través del de Rostand, y creo que ya me quedé ahí, en su vida y su obra.
Nada sabía de esta Roxane real que hoy me descubres, al igual que, ignorante de mí, tampoco sabía de la realidad de muchos de los otros personajes de Rostand.
Así que la "bella" era otra "bestia" camuflada, aunque de un muy distinto pelaje.
Encuentro por ahí una María convertida en Magdalena, seguiré en ello.
Charles, nos sigues iluminando ;-)

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