Un lunes cualquiera

Lunes. Como es habitual me levanto a eso de las 6 de la mañana, acompañado por los diablos que salen de mi boca maldiciendo la poca solidez de los dos días que le han precedido, lo poco que los he aprovechado –esta cantinela es siempre así-, y lo que me queda por delante.

De casa al trabajo es como una hora de coche entre bocinazos, adelantamientos indebidos y el sonido de la radio murmurando cansinamente no sé qué tontería que se parece mucho a cualquiera de las que dicen otros días. Cada uno se gana el pan como puede, y está claro que los hay que saben hacerlo llenando horas en los medios de comunicación. Olé por ellos, y entonemos un miserere por los que estamos al otro lado.
Auditui meo
dabis gaudium et laetitiam.
Et exultabunt
ossa humiliata.

El tiempo que tardo en llegar a mi destino podía ser menor, pero eso del carné por puntos, la afluencia de público en las carreteras a estas horas de la mañana y el eterno estado de “en obras” de esta conocidísima autopista, hacen de mi camino al trabajo poco más que una procesión. Ni queriéndolo hubiera sido más apropiado.

Aprovecho los atascos para entretenerme en ver, a través de la penumbra de esas horas de la mañana y del cristal de la ventana, el aspecto de las personas que como yo esperan continuar su camino.

- No parecen tan distintas –me digo- y, sin embargo, necesitamos serlo. Al fin y al cabo a nadie le gusta verse como un borrego satisfecho que avanza hacia su centro de producción para dejarse más de medio… -entonces me callo, no porque tema que me oigan los beneficiarios de mis pensamientos, que son los que están al otro lado de la noticia que estaba escuchando, sino porque me veo algo desbarrado entrando en el lugar común.

Llego al trabajo a eso de las 8 de la mañana. Está en un polígono que a estas alturas del año y con el frío y humedad que hace, a uno le ataca al lumbago cada vez con más virulencia.

- ¿Quién me iba a decir a mí? –pienso mientras me echo la mano al costado- a este paso me veo poniéndome una faja al más puro estilo jotero profesional…

Sí, ¿quién me lo iba a decir?

Según voy entrando pasan ante mí las caras de esas personas a las que estoy condenado a ver un día tras otro. Es lunes, así que hoy les toca hablar: ayer hubo fútbol, y eso a más de uno le ha podido cambiar el carácter. El resto de la semana se pasearán por la casa –que así mal llamamos a este sitio- el uno chasqueando los dedos mientras camina, el otro canturreando una ranchera, el de la oficina del fondo agitando continuamente un bolígrafo en la mano, y ese al que tanto aprecio, lo veré en silueta, todo tieso, cortando el aire con su panza como si fuera un teniente de navío.

Me siento en mi sitio, me saco un café maquinero y enciendo el ordenador. Antes de empezar, y si no hay urgencia o mucho trabajo, me tomo el sucio y caliente bebedizo mientras repaso los comentarios que se hayan podido hacer a mi bitácora –no es algo muy habitual, para qué engañarnos-, y visito a salto de enlace las de mis amigos para leer sus novedades y dejar algo, si es el caso.

Lunes. El trimestre en el que estamos es, por decirlo de manera que pueda leerlo todo tipo de público, el peor del año: auditorias, cierres de año, asuntos pendientes que se ha retrasado hasta el final, etc… y como aquí se está por el reparto, pero sólo de responsabilidades, pues a uno le han tocado algunas gracias que le tienen de la manera que menos le agrada: continuamente ocupado, y en asuntos que le obligan a no levantarse de su silla un solo instante.

Así que de esta manera estamos, y lo largo del día se va salpimentado por continuas llamadas de teléfono, visitas de compañeros que no los quisiera conmigo como tripulantes de una expedición, y muchas otras cosas que, como son de las que uno no se espera, pues no puede decirlas.

Pero avancemos en el día, que esto que pretendía fuera breve, se ha convertido en un discurso de Castelar.

Uno, que es de los que empiezan muchas cosas y apenas termina el postre, ha tenido la ocurrencia, dada su afición por la historia, de matricularse en una de las asignaturas de dicha carrera correspondiente a un periodo de ella. No tengo el ánimo de coleccionar licenciaturas: es por ver si así me obligo a seguir adelante; soy un poco inconstante y bastante disperso, así que ha sido una manera de garantizar que vaya a hacer algo.

El caso es que vuelvo a casa a eso de la media tarde, dispuesto a entretener mi atención en el afán coleccionista de títulos de Gala Placidia, la jugarreta funeraria de Alarico o la mala leche que le cantaba a Ambrosio de Milán. Me resulta muy interesante y, en cierta manera, vacío la cabeza con todas estas cosas del pasado.

Después llega eso de hacer la cena –es otra de las cosas con las que disfruto- y, cuando termino de saborearla, a leer el tiempo que me quede hasta que me invada ese sopor con el que a diario lucho en una batalla que, de antemano, tengo perdida:

- Voy a intentar acabar este capítulo –me digo dedicando más esfuerzo a mantener un ojo abierto, pues los dos es ya imposible, que a leer.

- Por lo menos esta página- corrijo al poco, viéndome derrotado en la nueva batalla.

- Este párrafo, por lo menos este párrafo.

- ¿Me estaré enterando de algo?.

- ………………………..

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
¿Este lunes tuyo se diferencia mucho a sus compañeros de semana? Hablamos del lunes (yo la primera) cual molesto grano anal cuando el pobre, bastante tiene con el odio que le profesamos. Yo, cuando por fin me dejo abrazar entre sábanas por la noche, pronuncio mi sentencia de muerte a ese lunes tan odiado:
uno menos, uno menos.
Anónimo ha dicho que…
El mio es igualico, igualico, que mismamente el jueves. Por cierto me uno a eso de una página más, un párrafo más, un zZZzzzZzzZZZzz
Anónimo ha dicho que…
A mí me es imposible. Más que quedarme dormida parece que me desangro.
Anónimo ha dicho que…
Audi tui meo???.....
(..la madre que te trujo)
Charles de Batz ha dicho que…
Anarkasis, será que quiere decir 2 cosas, a saber: que hace aguas menores mientras escucha, o que las hace sobre su Audi... Si es que estos antiguos eran unos cochinos ;-)

Vailima, yo como Lady soy de los que los últimos minutos los paso como quien ha perdido el monóculo: con un ojo cerrado y haciendo fuerza con el otro para tenerlo bien abierto y poder seguir leyendo. Lo siguiente es despertarse con el libro encima de la cara, habiendo soñado muchas veces que se continua leyendo y !no veas las variaciones que se pueden hacer sobre una obra!

Salud
Anónimo ha dicho que…
Y encima hay que admitir que es una buena vida!!!

Yo me desvelo cuando cierro el libro. lo vuelvo a abrir y mis ojos se cierran de golpe, sin opción a decir ni "una linea más". Así hasta que me rindo y me quedo mirando la pared o duermo con el libro en la mano. Lo que te puedo asegurar es que no me entero de nada y tengo que volver a leer el libro de día.
Anónimo ha dicho que…
No sé porqué se me había escapado este post y te pongo algo ya que he pasado por aquí y he disfrutado leyéndolo, y eso que ha sido ya con un ojo cerrado...
Raúl ha dicho que…
Ya lo dijiste tu. Hay mucha poesía en la rutina.

Saludos amigo!

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