Hambre
No tengo porqué sentirme avergonzado por nada de lo que hago, ni siquiera podría aunque lo deseara con todas mis fuerzas… En ocasiones he probado a examinar mi conciencia, y buscar en lo más profundo de ella un mínimo sentimiento de culpa: nada. Quizá sea cosa del odio, de ese rencor que nunca parece querer abandonarme y acompaña de continuo a mis pensamientos. Eso es posiblemente lo que hace que me sienta de esta manera, y que el desdén de los míos se haya convertido en mí en desprecio hacia todos: en nada me importa lo que sientan, y disfruto sembrando la destrucción por donde paso. Cuando abandoné mi casa hace ya muchos años, nadie hubiera pensado que aquél pisaverde de tez blanquecina, educado en latines y acostado en sedas, iba a convertirse en este Chauffeur que con otros como él, recorre ahora esta región y después otra, asaltando las granjas solitarias y a los viajeros desprevenidos. Hace ya mucho tiempo de mi cambio de vida, pero aún recuerdo los gestos de desaprobación de mi ...