Como siempre ocurre, el principio de año se ha llenado de buenos deseos que, en su mayor parte, mueren en su propio enunciado. Personalmente, no me gustan, me resultan muy tediosos e incómodos, y desde que tenemos la dudosa fortuna de estar colgados de un móvil, se ha convertido más en torrente de palabras vacías remitidas masivamente, sin tasa ni limitación, que en la expresión de algo que realmente esté en nuestra voluntad. Así lo veo en un día gris y oscuro como el que hoy se cuela por la ventana de mi oficina, pero también lo he visto en cualquiera de los que han precedido a éste. Si me preguntaran, diría que, a pesar de todo, yo también he encontrado ese mensaje que me gustaría enviar a mis seres afines; que no es mío, pero como si lo fuera; y que el destino me cruzó con él en la puerta de un café del puerto de La Rochelle, la mañana de este 1 de enero: “Pase lo que pase, defiende siempre tus valores”