- Si ustedes van algún día por Roma, no dejen de visitar el Arco de Tito, aquél que se erigió en honor de dicho emperador para celebrar su victoria sobre la revuelta judía. En uno de sus relieves verán representados un grupo de romanos portando las piezas más importantes del botín: la Mesa de los Panes, las Trompetas de plata y la
menorah de los Siete Brazos, procedente del Templo de Jerusalén. Se les ve luciendo orgullosos sus estandartes mientras entran en la ciudad eterna por la
“Porta Triumphalis”.El hombre que había empezado a contarnos esta historia y que iba a terminar, entonces no sabía todavía cómo diablos, por explicar el por qué de que Carcasona fuera el Fort Knoxx del mundo romano, detuvo su relato en este punto.
- ¿Saben ustedes de historia? –nos preguntó.
- Algo sabemos, aunque con un poco de imaginación y algo de gracia es fácil engañarnos…
- ¡Como a todos! –exclamó lanzando una carcajada-. Tomen ustedes un poco más de este vino caliente, que les ayudará a creer con más firmeza todo lo que les estoy contando. ¡Dejen la confianza para cosas más serias, y abandonenla cuando se trata sólo de disfrutar de una buena historia!
- Estamos listos, y con ganas de seguir escuchando… -le respondimos, sin tener aún claro si nuestro anfitrión era aficionado a la historia o a las historias.
- Pues muy bien. Cerca de donde se encuentra ese arco, el emperador Vespasiano levantó muy pocos años antes el Templo de la Paz. Allí no sólo se albergaban dos impresionantes bibliotecas griega y latina, sino también un verdadero museo de obras de arte, griegas sobre todo, con estatuas de Fidias, Mirón, Policleto…, lujosas piezas de orfebrería, pinturas y todo tipo de objetos de culto en oro y piedras preciosas… ¡Casi nada, amigos míos!... Estas obras, procedentes de todos los rincones del imperio, fueron colocadas allá para disfrute y admiración de los ciudadanos romanos. Así que cuando Tito se llegó a Roma con los tesoros del Templo de Jerusalén, los depositó también en aquél lugar. Imaginad lo que tenía que ser aquello, pasearse entre tanta belleza, y semejante riqueza…
Lo imaginábamos, e incluso lo comparábamos con el paseo que acabábamos de dar nosotros, y en el que se trocaban estatuas de proporciones praxitelianas por chorizos, oros por quesos, y joyas por hogazas de pan… Lo imaginamos en medio de los murmullos de aquél mercado, del frío helador de aquella mañana, y el aroma entremezclado de vino caliente con canela…
- Era seguro que aquello no iba a permanecer allá para siempre –continuó nuestro amigo-, y casi cuatrocientos años después, Alarico y sus godos, por un quítame allá esas pajas con el emperador Honorio, saquearon Roma durante tres días, llevándose consigo todo lo que encontraron a su paso; incluyendo lo que se guardaba en el Templo de la Paz… Pero no era aquél el más fantástico de los tesoros que se llevaron…
- ¿No? –le respondimos al poco, viendo que con su silencio nos estaba invitando pedirle que nos contara de que hablaba.
- De todo lo que se llevaron, lo más valioso era una joven doncella, resuelta de carácter, inteligente y llena de valor. Así debía ser para no atemorizarse al caer en manos de aquellos temidos godos, y terminar por doblegar el ánimo de sus más valientes paladines. A lo largo de su vida llegó a ser reina de los godos, emperatriz de los romanos y madre de emperador; su nombre, como ya adivinarán, era Gala Placidia…
Nuestro anfitrión quedó en silencio con la mirada fija en un punto indeterminado, bajó la mirada y volvió a alzarla a la vez que su vaso.
- Brindemos –dijo.
- Brindemos, pues…
- El caso –continuó mientras volvió a servirnos más de aquél vino- es que con su prisionera y los tesoros a cuestas, Alarico marchó al sur de Italia con el objeto de embarcarse y marchar a las costas de África que, por aquél entonces, era el granero del imperio y uno de los lugares más prósperos del mismo. Pero las cosas se torcieron, y una tormenta desbarató la flota que tenían preparada y, por si esto fuera poco, al mismo Alarico le atacó una malaria de la que murió, allá en Calabria, cerca del río Busento, poco antes de que reiniciaran la marcha rumbo al norte.
A estas alturas del año, sólo imaginar la Calabria –pues más no podíamos hacer al no conocerla-, dejaba en nosotros una sensación de cierta nostalgia y anhelo. Allá estábamos nosotros, cubiertos hasta el cuello de botas, abrigos, jerséis, bufandas y gorros; pensando en un lugar que imaginábamos al menos templado y agradable, en un estado de luminosidad continuo.
En cambio, el invierno es lo opuesto. A uno siempre le ha dado la sensación de que es un momento en el que el tiempo se detiene y la vida transcurre más lenta; en él, se ven las cosas como descoloridas, casi fantasmales. De hecho, todo lo que decíamos aquél día, se convertía en un rastro de vapor que parecía el alma de nuestros pensamientos, que al morir en las palabras dejaba tras de sí un rastro etéreo volando hacia los cielos.
Pero continuemos con la historia.
Nuestro amigo nos contó que los godos, antes de continuar su regreso hacia el norte, y dado que estaban en tierras que les eran hostiles entonces, decidieron dar a su Rey un entierro en condiciones, que a la vez garantizara que su cuerpo no iba a ser profanado por los romanos. Así que ni cortos ni perezosos, desviaron el cauce del rio Busento con un ingenioso sistema de presas, enterraron en su lecho a Alarico, y después abrieron de nuevo el paso al agua, para que cubrieran la tumba del más poderoso de los reyes godos, y nadie supiera dónde se encontraban sus restos…
Después de aquello, vagaron durante algunos años por lo que ahora son Italia, Francia y España. Por el camino hicieron la paz con los romanos, incluso devolvieron a Gala Placidia, que era ya por entonces reina viuda de los godos, y continuaron su periplo hasta que llegaron a instalarse en torno a Tolouse.
- Fue entonces cuando convirtieron a Carcasona en sede y depósito de sus tesoros. Aquí guardaron su oro y joyas, sus riquezas y todo aquello que obtuvieron como botín en Roma y otros muchos sitios: la menorah de Jerusalén que se ve en el Arco Tito y que tenía un importante valor para los judíos; el gran Missorium de oro cerca de 20 kilos; una tableta de esmeraldas con tres hileras de perlas…!Vamos, que un poco de aquello podría resolvernos más de un problema a cualquiera de nosotros!.
Y hasta este punto nos llevó la larga historia de nuestro amigo y proveedor de vino caliente con canela, para explicar el por qué de la afirmación de que Carcasona había sido algo así como el Fort Knoxx del mundo romano en aquella época. Ahora bien, la pregunta que le hicimos a continuación era casi obligada.
- ¿Y qué ha sido de esos tesoros?
Notamos cómo esta pregunta dio cierto brillo a sus ojos y esbozaba una suave sonrisa; aunque también podía ser cosa del vino que habíamos estado compartiendo desde que llegamos allá.
Sin respondernos todavía, sacó una enorme hogaza de pan que puso sobre la mesa, un poco de Brie y cortando un pedazo de ambos para cada uno de nosotros, dijo:
- Hay lógicamente parte de historia y parte de leyenda. Lo que se sabe de cierto es qué parte del tesoro se lo llevaron los Godos consigo, y terminó en Toledo, donde lo que quedó de él fue escondido con la invasión musulmana, mientras otra parte fue llevada a Amaya, una ciudad muy importante en aquella época al norte de vuestro país.
- Sí, la conocemos, aunque ahora no hay nada más que ruinas.
- Otra parte se la quedaron los Francos, que fueron quienes les echaron de aquí y, por último y dejando paso ya a la leyenda, cuentan que lo más valioso del tesoro se quedó en el camino hacia Hispania, escondido muy cerca de aquí.
- ¿Cerca de aquí, de Carcasona?
- Si, a unos 50 kilómetros…
- ¿Y cómo se sabe que está ahí?
- Bueno, estar…, saberse…, dicen, cuentan… hay que creérselo, y yo no soy de esos… Sin embargo, si tienen la oportunidad, les recomiendo que pasen por ahí, entonces comprenderán a que me refiero.
- ¿Y donde se encuentra ese lugar?
- Veo que tienen un mapa… –dijo señalando a uno que sobresalía del bolsillo de mi abrigo.
- Sí así es, cuando viajo me gusta llevar siempre uno encima –extendí el mapa de carreteras por la parte que nos interesaba.
- El lugar –dijo lentamente mientras buscaba en el plano con la mirada -, el lugar…; sí,… ¡está aquí!.
Comentarios
Un saludo.
Flavio Josefo, cita también una mesa de sacrificios, camino del templo de la paz, aunque es dificil de creer que no se quedara por el camino en la mismísima casa de Tito,....
La de rios de tinto, y tinta que lleva la dichosa mesa,
el problema es que poca gente se ha ha leido la fuente y no es de extrañar por lo árido que resulta.
Durante el sito a Jerusalén relata como se sacan algunas por la muralla y otras mesas de sacrifio son enterradas antes de que llegaran los Romanos al asalto final osea que había mas de una.. el mismo Flavio Josefo era un alto jerarca eclesiastico, de los pocos que podían correr el velo del templo y entrar, luego uno de los pocos que podía conocer cual era la verdadera, ¿recuerdas la escena de indiana Jons cuando tiene que elegir el cáliz?? seguramente la mesa de Salmóon de existir no era de metal precioso. Flavio sabía que la que hizo el paseillo no era esa.
(que nadie la busque por Toledo),
¡ah! y la chica,....en el templo no quedó títere con cabeza, los pasaron a todos a cuchillo, Pero es un gran comienzo para una historia de Gala, (en el fondo un cuento de fundación) no hay historias que me gusten mas que las de tesoros,
y esta es va soberbia, usted perdone si se la estripo un poco en el post.
un gran saludo
También dice que Alarico dio orden de que solamente saqueen Roma, pero no permitió que la incendiaran como era habitual en estos casos.
:-)) Espero que hayas tomado buena nota del lugar del tesoro y que no tardes en seguir con el viaje.
Un abrazo y buen fin de semana.
Isabel,por supuesto que es mucho decir, y que he pasado por alto alguna que otra precisión, pero es que es así como lo cuenta aquél hombre y, además, tampoco quiero extenderme más de lo que hago... Llevo tiempo con la idea de hacer anotaciones más cortas para que resulten menos áridas, pero al final, acabo siempre alargándome.
Anarkasis, me acordé de la "Mesa de Salomón", del chaquetero de Flavio Josefo y de otras tantas cosas, pero -lo mismo que acabo de decir-, por no alargarme...
Y de perdón nada, no sólo no lo estripas, sino que lo complementáis todos vosotros con vuestros ampliaciones, aclaraciones y apostillas varias. !Con la ilusión que me hace recibir comentarios tan extensos, documentados y enriquecedores!.
Vailima, creo yo que no es mala la manera de quedar a la espera con ese aroma a vino caliente y canela. De cualquier manera, creo yo que voy a dejar de buscar tesoros, para emprender el rescate de un puñado de buenos amigos que llevan ya unos días desaparecidos...
Leodegundia, cierto todo lo que cuentas. De hecho, hace algún tiempo, alguien publico en un diario de Italia que se había dado con el "Tesoro de Alarico" en una cueva próxima al cauce del Busento. Por lo que sé, todo quedo en rumores y nada de verdad. Sería curioso saber en que consistía la parte del tesoro que enterraron con el rey godo.
Intentaré no tardar en seguir con el viaje.
Gracias a los cinco por vuestra visita e interesantes comentarios.
Salud
Me encanta como te pones en la piel del narrador y realizas las interrupciones para dar un trago.
Pones la historia, las palabras, hasta pones la comida; por eso no se me ocurre nada más que un fuego para dejarte "hablar" mucho tiempo.
Por cierto, la extensión de tus historias me gusta porque te permite crear un clima especial, no percibo aridez por ningún sitio.
Al contrario, al no poder leerte en ratos muertos del trabajo o en instantes puntuales me solazo con unos minutos de lectura tranquilos sin prisas, sin interrupciones.
Saludos.
Lo único que se pierde y se encuentra son los paraisos y los tesoros.
Gracias por acordarte de nosotros compañero.
Salud y buen fin de semana.
mmm continuará ¿verdad?
un abrazo
Un beso Charles.
Un abrazo y gracias.
Herri, totalmente deacuerdo con todo lo que dices; paraiso y tesoros... ¿no son al fin y al cabo una idealización de algo que se encuentra en lo más profundo de nosotros?. Sobre Amaya algún me gustaría contaros algo.
Almena, supongo que continúa pues el hombre del vino con la canela nos puso los dientes largos, y todavía tengo algo que contar al respecto.
Angelusa, seguiré señora, mientras cuente con vuestro aliento. De eso de dejaros a solas con el vino y la canela ni hablar que para allá voy corriendo con un poco de queso y unos tacos de jamón -este último ibérico, por supuesto-.
Vere, creo que ya os estáis recuperando del Morbus Bloggorum, lo cual celebramos todos los que nos hemos quedado sin vuestra presencia durante estos días. Al vecindario le faltaba el viento fresco y las aguas un tanto agitadas, que traéis quienes nos habéis faltado. Podemos soltar velas otra vez y dejar que sean ellos quienes decidan nuestro rumbo.
Gracias a todo
un abrazo, y claro está
Salud y Fraternidad
Muchos saludos.
P.D: qué bonita esa foto del cielo que has puesto a la derecha. Muy bella.
Espero seguir leyendo el resto del viaje. Así se viaja, amigo.